martes, 13 de octubre de 2009

EL MILLONARIO INSTANTANEO


EL MILLONARIO INSTANTÁNEO


Había una vez un joven brillante que quería hacerse rico. Había sufrido ya una buena cantidad de desilusiones y fracasos, esto no se podía negar, pero, a pesar de todo, todavía confiaba en su buena suerte.
Mientras aguardaba que la fortuna le sonriera, tra­bajaba como ayudante de un director de cuentas en una agencia de publicidad de segunda fila. Estaba mal paga­do y, desde hacía tiempo, encontraba que su trabajo le ofrecía muy pocas satisfacciones. Y ya había perdido todo entusiasmo.
Soñaba con hacer otra cosa. Tal vez escribir una no­vela que le hiciera rico y famoso, acabando así, de una vez por todas, con sus problemas financieros. Pero, ¿no era su ambición, digamos, poco realista? ¿Tenía de ver­dad la técnica suficiente y el talento necesario para escri­bir un libro que fuera un éxito de ventas, o llenaría las páginas en blanco con las pesimistas reflexiones que le dictaba su amargura?
Su trabajo se había transformado en una pesadilla diaria desde hacia ya más de un año. Apenas si podía soportar al jefe, que se pasaba gran parte de las mañanas le­yendo el periódico y escribiendo memorandos antes de desaparecer para ir a disfrutar de un almuerzo de tres ho­ras. Además, su jefe había perfeccionado el arte de cam­biar de opinión y no cesaba de dar órdenes contradicto­rias, algo que no contribuía a mejorar la situación.
Tal vez, si sólo se hubiera tratado de su jefe... pero, desgraciadamente, estaba rodeado de colegas que tam­bién estaban hartos de lo que estaban haciendo. Parecían haber abandonado cualquier ambición, haber renuncia­do por completo a cualquier mejora. No se atrevía a men­cionar a ninguno de ellos sus fantasías de abandonarlo todo y convertirse en escritor. Sabía que pensarían que se trataba de una broma. Se encontraba apartado del mun­do como si estuviera en un país extranjero y fuera inca­paz de hablar el idioma local.
Cada lunes por la mañana, se preguntaba cómo de­monios haría para sobrevivir una semana más en la ofici­na. Se sentía completamente ajeno a las carpetas que se apilaban sobre su escritorio, a las necesidades de sus clientes que clamaban por vender sus cigarrillos, sus co­ches, sus cervezas...
Seis meses antes, había escrito una carta de dimi­sión, y había entrado una docena de veces en la oficina del jefe con la carta quemándole en el bolsillo, pero ja­más había conseguido reunir el valor necesario para se­guir adelante. Resultaba curioso porque, hace tres o cua­tro años, no hubiera vacilado ni por un instante. Pero en ese momento no parecía tener claro lo que debía hacer. Algo le estaba reteniendo, una especie de fuerza, ¿o era simplemente cobardía? Parecía haber perdido el valor que, en el pasado, siempre le había permitido conseguir lo que deseaba.
Tal vez el hecho de haber ido dejando transcurrir el tiempo a la espera de que apareciera el momento opor­tuno, intentando buscar excusas para no pasar a la ac­ción, preguntándose si alguna vez conseguiría triunfar, le había convertido en un perpetuo soñador...
¿Se debía su parálisis al hecho de que estaba cargado de deudas? ¿O era simplemente porque había comenzado a envejecer (un proceso que, inevitablemente, se pone en marcha en el instante en que renuncias a tu visión de fu­turo)?
Fragmento del libro de MARK FISHER, EL MILLONARIO INSTANTÁNEO "UN RELATO CLARO Y ESTIMULANTE PARA TRIUNFAR"

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