Hay un hermoso cuento hindú titulado “La llave de la felicidad” que trata sobre este asunto. De forma resumida, el Creador ocultó el secreto de la felicidad en el único lugar donde al Hombre no se le ocurriría buscar jamás: dentro de uno mismo.
Siempre intentamos buscar la felicidad fuera de nosotros mismos: en las posesiones, el dinero, el poder, la fama, las mujeres, la libertad... Sin embargo, existe un gran número de casos en los que personas que han estado privadas de libertad se sentían enormemente dichosas; tanto o incluso más que aquellos que disponen de todo lo que la sociedad puede proporcionarle. Y esto es así porque han encontrado la libertad interior que los aleja de todo mal, del dolor, del sufrimiento, del odio y la ignorancia. Este es un tema recurrente en Oriente, en el que la búsqueda de Nirvana es para el asceta el fin al que debe enfocar su vida.
Aquí tenéis el cuento:
“El Divino se sentía solo y quería hallarse acompañado. Entonces decidió crear unos seres que pudieran hacerle compañía. Pero cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron a Él. Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó. Pensó que había llegado el momento de crear al ser humano, pero temió que éste pudiera descubrir la llave de la felicidad, encontrar el camino hacia Él y volver a quedarse solo. Siguió reflexionando y se preguntó dónde podría ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no diese con ella. Tenía, desde luego, que esconderla en un lugar recóndito donde el hombre no pudiese hallarla. Primero pensó en ocultarla en el fondo del mar; luego, en una caverna de los Himalayas; después, en un remotísimo confín del espacio sideral. Pero no se sintió satisfecho con estos lugares. Pasó toda la noche en vela, preguntándose cuál sería el lugar seguro para ocultar la llave de la felicidad. Pensó que el hombre terminaría descendiendo a lo más abismal de los océanos y que allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una gruta de los Himalayas, porque antes o después hallaría esas tierras. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque un día el hombre exploraría todo el universo. “¿Dónde ocultarla?”, continuaba preguntándose al amanecer. Y cuando el sol comenzaba a disipar la bruma matutina, al Divino se le ocurrió de súbito el único lugar en el que el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior colocó la llave de la felicidad.”
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