jueves, 20 de enero de 2011

EL EGO EN LA ENFERMEDAD


Una enfermedad puede, o bien fortalecer el ego, o debilitarlo. Si nos lamentamos, nos sentimos víctimas o resentimos la enfermedad, el ego se fortalece. También se fortalece cuando convertimos a la enfermedad en parte de nuestra identidad conceptual. "Soy víctima de cierta enfermedad". Así, los demás saben quién soy. Por otra parte, hay algunas personas que tienen un ego grande en la vida normal pero que, al enfermar, se tornan dóciles, amables y mucho más agradables. Pueden comprender cosas que quizás nunca vieron en su vida normal. Pueden lograr acceso a su conocimiento interior y a su estado de contento y hablar con sabiduría. Des­pués, cuando mejoran, recuperan su energía y, con ella, su ego.
Cuando enfermamos, nuestro nivel de energía se reduce con­siderablemente y la inteligencia del organismo asume el control y utiliza la poca energía disponible para sanar el cuerpo, de tal manera que no queda mucha para la mente, es decir, para los pensamientos y las emociones egotistas. El ego consume grandes cantidades de energía. Sin embargo, en algunos casos, el ego retiene la poca energía restante y la utiliza para sus propios fines. Sobra decir que las personas cuyo ego se fortalece durante la enfermedad tardan mucho más tiempo en recuperarse. Algunas nunca lo hacen, de tal manera que la enfermedad se vuelve cró­nica y se convierte en parte permanente de su falso sentido de identidad.

EL EGO COLECTIVO

¡Cuán difícil es vivir con uno mismo! Una de las salidas que busca el ego para escapar de su insatisfacción es agrandando y fortalecien­do su sentido del ser mediante la identificación con un grupo: una nación, un partido político, una empresa, una institución, una secta, un club, una pandilla, un equipo de fútbol, etcétera.
En algunos casos, el ego personal parece disolverse por com­pleto cuando la persona dedica toda su vida a trabajar desintere­sadamente por el bien colectivo sin exigir retribuciones, recono­cimiento o engrandecimiento personal. Qué alivio deshacerse de la horrible carga del yo personal. Los miembros de la colectividad se sienten felices y plenos, por arduo que sea su trabajo o por grandes que sean sus sacrificios. Al parecer, logran trascender el ego. La pregunta es si realmente se han liberado o si el ego ha dejado de ser personal para ser colectivo.
El ego colectivo manifiesta las mismas características del ego personal, como la necesidad de tener conflictos y enemigos, la necesidad de tener más, la necesidad de tener la razón para que otros estén equivocados, y así sucesivamente. Tarde o temprano, la colectividad entra en conflicto con otras colectividades porque es algo que anhela inconscientemente y porqué necesita la oposi­ción para definir sus límites y, por ende, su identidad. Sus miem­bros experimentarán entonces el sufrimiento que se desprende inevitablemente como consecuencia de toda acción motivada por el ego. En ese momento, es probable que despierten y se den cuenta del fuerte elemento de demencia presente en su colectividad.
En un principio puede ser duro despertar súbitamente y reconocer que la colectividad con la cual nos habíamos identificado y para la cual trabajábamos en realidad estaba demente. En ese momento, algunas personas se tornan indiferentes o amargadas y, de ahí en adelante, niegan todos los valores, toda la valía. Esto significa que adoptaron rápidamente otro sistema de creencias tan pronto como reconocieron que el anterior era una falacia y que por esa razón se desplomó. No enfrentaron la muerte de su ego sino que huyeron para reencarnar en uno nuevo.
El ego colectivo generalmente es más inconsciente que los individuos que lo componen. Por ejemplo, las multitudes (entida­des egotistas transitorias) son capaces de cometer unos actos atro­ces que el individuo, separado de la turba, no cometería. No es raro ver cómo las naciones asumen comportamientos que podrían reconocerse inmediatamente como una psicopatía a nivel indivi­dual.
A medida que vaya aflorando la nueva conciencia, algunas personas sentirán la necesidad de formar grupos para reflejar la conciencia iluminada. Esos grupos no serán egos colectivos porque sus integrantes no sentirán la necesidad de definir su identi­dad a través de ellos. Ya no buscarán la forma para definir lo que son. Aunque los integrantes de esos grupos no se hayan liberado completamente del ego, habrá suficiente conciencia en ellos para reconocer el ego en sí mismos y en los demás, tan pronto como éste trate de aflorar. Sin embargo, es preciso mantener un estado de alerta porque el ego intentará asumir el control y entronizarse a como dé lugar. Uno de los principales propósitos de estos gru­pos, trátese de empresas iluminadas, organizaciones de caridad, escuelas o comunidades, será disolver el ego humano exponiéndo­lo a la luz de la conciencia. Las colectividades iluminadas desem­peñarán una función importante en el surgimiento de la nueva conciencia. Así como las colectividades egotistas nos empujan hacia la inconciencia y el sufrimiento, la colectividad iluminada podrá ser un manantial de conciencia destinado a acelerar el cambio planetario.
        

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