jueves, 6 de enero de 2011

PERSONAJES TRANSITORIOS


Cuando estamos lo suficientemente despiertos y conscientes para observar nuestras interacciones con los demás, podemos detectar cambios sutiles en nuestra forma de hablar, nuestra actitud y nuestro comportamiento, dependiendo de la persona a quien tengamos al frente. Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en otras personas, pero posteriormente podremos detectarlos en nosotros mismos. La forma como nos dirigimos al presidente de la compañía puede tener diferencias sutiles con la forma como hablamos con el portero. Podemos hablar de manera diferente con un adulto que con un niño. ¡Por qué? Porque repre­sentamos distintos personajes. No somos nosotros mismos ni cuando nos dirigimos al presidente, o al portero o al niño. Cuando entramos en un almacén para comprar algo, cuando salimos a un restaurante, al banco, a la oficina de correos, representamos unos papeles sociales predeterminados. Nos convertimos en clientes, y hablamos y actuamos como tales. Y recibimos tratamiento de clientes de parte del vendedor o del mesero, quien también estará representando su personaje. Hay una serie de patrones de com­portamiento condicionado que entran en juego entre dos seres humanos y determinan la naturaleza de su interacción. En lugar de que la interacción ocurra entre dos personas, ocurre entre dos imágenes conceptuales. Mientras más identificadas estén las
per­sonas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación.
Tenemos una imagen mental no solamente de la otra perso­na, sino de nosotros mismos, especialmente con respecto a la relación particular entre las dos. Por tanto, no soy yo quien me relaciono con la persona, sino que mi idea de lo que soy yo se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa. La imagen conceptual que la mente fabrica de nosotros mismos se relaciona con su propia creación, es decir, la imagen conceptual fabricada acerca de la otra persona. Lo más probable es que la mente de la otra persona haya hecho lo mismo, de tal manera que todas las interacciones egotistas entre dos personas en realidad son interacciones entre cuatro identidades conceptuales fabricadas por la mente, las cuales, en últimas, son ficticias. Por consiguien­te, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. No hay una relación verdadera.

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