domingo, 29 de mayo de 2011

Como contactar lo divino

He oído contar a un hombre que renunció a todo y llegó a la puerta de lo divino. Había renunciado a su riqueza, a su esposa, a su casa, a sus hijos, a la sociedad, a todo; y, después de haber renunciado a todo, se acercó a la puerta de lo divino. Pero el portero lo detuvo y le dijo:
-Todavía no puedes entrar: Primero, ve y déjalo todo atrás.
-Pero ¡lo he dejado todo! –adujo el hombre.
-Es evidente que te has traído a tu yo –le explicó el portero-. No nos interesa lo demás; sólo nos interesa tu yo. No nos importa lo demás: sólo nos interesa tu yo. No nos importa lo demás: sólo nos interesa tu yo. No nos importa lo que dices que has dejado atrás: lo que nos interesa es tu yo. Vete, suéltalo y vuelve.
-No tengo dinero, ni esposa, ni hijos. No poseo nada.
-Todavía tienes a tu yo en tu bolsa –dijo el portero- Vete y suéltalo. Estas puertas están cerradas para los que traen a su yo: las puertas han estado cerradas siempre para ellos.
pero ¿como soltar el yo? Nunca soltaremos el yo a base de intentar dejarlo. ¿Cómo puedo soltar el mismo yo? Esto es imposible. Sería como si alguien intentase levantarse a sí mismo tirándose de los cordones de los zapatos. ¿Cómo puedo soltar el yo? Aun después de soltarlo todo, todavía quedaré yo. Como mucho, alguien podría decirse: “He soltado el ego”; pero eso demostraría que todavía lleva encima su yo. Uno se vuelve egocéntrico incluso en lo que se refiere a soltar su ego. Entonces, ¿qué debe hacer uno? Es una situación bastante difícil.

Yo os digo que esta situación no tiene nada de difícil, porque no os pido que soltéis nada. En realidad, no os pido que hagáis nada. El yo, el ego, se refuerza con todo lo que se hace. Lo único que os pido es que paséis dentro y que busquéis el yo. Si lo encontráis, no podéis soltarlo de ninguna manera. Si siempre existe allí, ¿qué es lo que queda que podáis soltar? Y si no lo encontráis, entonces tampoco hay manera de soltarlo. ¿Cómo podéis soltar algo que no existe?

Así pues, pasad dentro y ved si el yo está allí o no. Lo único que os digo es que el que mira dentro de sí mismo se ríe a carcajadas, porque no es capaz de encontrar a su yo en ninguna parte dentro de sí mismo. Por tanto, ¿qué queda? Lo que queda entonces es Dios. Lo que queda después de desaparecer el yo, ¿puede estar separado de vosotros? Cuando deja de existir el mismo yo, ¿quién va a establecer esa separación? Sólo el yo me separa a mí de ti y a ti de mí.

He aquí la pared de esta casa. Las paredes producen la ilusión de que dividen en dos el espacio, aunque el espacio nunca se parte por la mitad: el espacioes indivisible. Por muy gruesa que sea la pared que levantáis, el espacio interior de la casa y el espacio exterior no son dos espacios diferentes: son uno solo. Por muy alta que sea la pared que levantéis, el espacio interior de la casa y el exterior no se separan nunca. Pero el hombre que vive dentro de la casa tiene la impresión de que ha dividido en dos el espacio: un espacio en el interior de su casa y otro en el exterior. Pero si se derrumbara la pared, ¿cómo diferenciaría el hombre el espacio interior de la casa del espacio exterior? ¿Cómo lo determinaría? Sólo quedaría espacio.

Del mismo modo, hemos dividido la conciencia en fragmentos levantando las paredes del yo. No se trata de que, cuando se derrumbe la pared del yo, yo empezaré a ver a Dios en ti. No: entonces no te veré a ti; sólo veré a Dios. Os ruego que entendáis con cuidado esta distinción tan sutil.
Sería erróneo decir que yo empezaré a ver a Dios en ti: yo no te veré más a ti; sólo veré lo divino: No se trata de que yo veré lo divino. Cuando alguien dice que Dios existe en todos y cada uno de los átomos, se equivoca totalmente, porque está viendo al mismo tiempo al átomo y a Dios. No es posible ver a los dos a la vez. La verdad de la cuestión es que todos y cada uno de los átomos son Dios, y no es que Dios exista en todos y cada uno de los átomos. No es que haya algún Dios dentro de cada átomo; todo lo que es, es Dios.
Dios es el nombre que damos, por amor, a “lo que es”. “Lo que es” es verdadero; lo llamamos Dios por amor. Pero el nombre que le asignemos no tiene importancia. No os pido, por lo tanto, que empecéis a ver a Dios en todas las personas. Lo que os digo es que empecéis a mirar dentro. En cuanto miréis dentro, desapareceréis. Y, al desaparecer, lo que veréis será Dios.

Otro amigo ha preguntado: Si la meditación conduce al samadhi y el samadhi conduce a Dios, ¿qué necesidad hay entonces de ir a los templos? ¿No deberíamos suprimirlos?

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