viernes, 8 de julio de 2011

Las raíces del sufrimiento

El sufrimiento es un estado de inconsciencia. Somos desgraciados porque no somos conscientes de lo Que estamos hacien­do de lo que estamos pensando, de lo que estamos sintiendo... y por eso nos contradecimos continuamente, a cada momento. La acción va en una direc­ción, el pensamiento en otra, el senti­miento está en otra parte. Nos vamos haciendo pedazos, cada vez estamos más fragmentados. Eso es el sufri­miento: perdemos integración, perde­mos unidad. Perdemos por completo.
el centro, somos una simple periferia.
Y naturalmente, una vida que no sea armoniosa está condenada a ser miserable, trágica, una carga que hay que llevar como se pueda un sufrimiento. Lo máximo que uno puede hacer es conseguir que este sufrimiento sea menos doloroso. Y existen mil y una clases de quita dolores.
No solo están las drogas y el alco­hol: la religión también se ha utilizado a modo de opio. Deja a las personas drogadas. Y naturalmente, todas las religiones están en contra de las drogas, porque ellas mismas se dedican al mismo negocio; están  en contra de los competidores. Si la gente toma opio, puede que deje de ser religiosa; puede que ya no tenga necesidad de ser reli­giosa. Si ya han encontrado el opio, ¿por qué tendrían que moles­tarse con la religión? Y el opio es más barato, exige menos com­promiso. Si la gente toma marihuana, LSD y otras drogas más sofisticadas, es natural que no sea reli­giosa, porque la religión es una droga  muy primitiva. Por eso todas las reli­giones están contra las drogas.
La razón no es que estén verdade­ramente en contra de las drogas. La razón es que las drogas son competi­dores y, por supuesto, si se puede im­pedir que la gente use drogas será más fácil que caigan en las trampas de los sacerdotes, porque esa es la única sali­da que les queda. Es una especie de monopolio: en el mercado solo queda su opio y todo lo demás se declara ilegal.
La gente vive sumida en el sufri­miento. Solo existen dos maneras de salir de él: la primera consiste en con­vertirse en meditador: alerta, despierto, consciente... y eso es algo muy difí­cil. Se necesita coraje. La manera más barata consiste en encontrar algo que te pueda dejar aún más inconsciente de lo que ya estás, para que no puedas sentir el sufrimiento. Encuentra algo que te deje totalmente insensible, algo que te intoxique, algún anestésico que te deje tan inconsciente que puedas escapar a esa in­consciencia y olvidar todas tus ansiedades, angustias y sin sentidos.
La segunda manera no es la verdadera. La segunda manera solo hace que tu sufrimiento resulte un poco más confortable, un poco más soportable, un poco más cómodo. Pero no ayuda, no te trans­forma. La única transformación llega por la vía de la meditación, porque la meditación es el único método que te hace consciente. Para mí, la meditación es la única religión verdadera. Todo lo de­más es un engañabobos. Y existen diferentes marcas de opio: cris­tianismo, hinduismo, islamismo, jainismo, budismo... pero son solo diferentes marcas. El recipiente es distinto, pero el contenido es el mismo: todas te ayudan de algún modo a adaptarte a tu su­frimiento.
Lo que yo me propongo es llevarte más allá del sufrimiento. No hay necesidad de adaptarse al sufrimiento: existe la posibilidad de librar­se por completo de él. Pero el camino es un poco difícil; el camino es un de­safío.
Tienes que hacerte consciente de tu cuerpo y de lo que haces con él...
Un día, Buda estaba pronunciando  su discurso matutino y el rey había acudido a escucharle. Estaba sentado enfrente de Buda y no paraba de mover el dedo gordo del pie. Buda dejó de hablar y miró el dedo del pie del rey.  Como es natural, cuando Buda miró  su dedo, el rey dejó de moverlo. Buda empezó a hablar de nuevo, y el rey empezó otra vez a mover el dedo gordo del pie. Entonces Buda le preguntó:
-¿Por qué haces eso?
El rey respondió:       
-Solo cuando dejaste de hablar y me miraste el dedo me di
cuenta de lo que estaba haciendo. No era nada consciente de lo que hacía.
-Es tu dedo y no eres consciente -dijo Buda-. Entonces, po­drías llegar a matar a una persona sin ser consciente de ello. Y exactamente de esa manera se ha matado a gente y el homici­da no ha sido consciente. Muchos homicidas han negado en los tri­bunales haber matado a alguien. Al principio se pensaba que sim­plemente mentían, pero recientemente se ha descubierto que no estaban mintiendo, que lo hicieron en estado de inconsciencia. En aquel momento estaban tan rabiosos, tan enfurecidos, que fueron poseídos por su furia. Y cuando estás furioso, tu cuerpo segrega ciertas toxinas y tu sangre se intoxica. Estar enfurecido es estar en un estado de locura temporal. Y la per­sona se olvidará por completo de lo que hizo, porque no era consciente de lo que hacía. Y así es como la gente se enamora, mata a otros, se suicida, hace todas esas cosas.
El primer paso hacia la conciencia es prestarle mucha atención a tu cuer­po. Poco a poco, uno se va poniendo en estado de alerta ante cada gesto y cada movimiento. Ya medida que te vas ha­ciendo consciente, empieza a ocurrir  un milagro: dejas de hacer muchas cosas que antes hacías. Tu cuerpo se encuentra más relajado, tu cuerpo está más entonado, una profunda paz empieza a prevalecer incluso en tu cuerpo, una música sutil vibra en tu cuerpo.
Después, empiezas a hacerte cons­ciente de tus pensamientos; hay que hacer lo mismo con los pensamientos. Son más sutiles que el cuer­po y por supuesto, también más peligrosos. Y cuando te hagas consciente de tus pensamientos, te sorprenderá lo que ocurre en tu interior. Si pones por escrito lo que está ocurriendo en cualquier momento, te llevarás una gran sorpresa. No te lo vas a creer «¿Esto es lo que está ocurriendo dentro de mí?» Sigue escribiendo duran­te solo diez minutos. Cierra las puertas con llave y cierra también las ventanas para que nadie pueda entrar, para que puedas ser completamente sincero y enciende el fuego para poder tirar al fuego lo que escribas; así nadie lo sabrá aparte de ti. Y después sé absolutamente sincero; ponte a escribir lo que esta pasando dentro de la mente. No lo interpretes, no lo alteres, no lo edites. Limítate a ponerlo en el papel sin adornos, tal como es, exactamente como es.
Y al cabo de 10 minutos, léelo. ¡Verás una mente loca por dentro! No somos conscientes de que esa locura fluye constantemente como una corriente subterránea. Afecta a todo lo que tiene importancia en tu vida. Afecta a cualquier cosa que hagas; afecta a todo lo que haces, afecta a todo. ¡Y suma de todo ello va a ser tu vida.!
Así pues, este loco debe cambiar. Y el milagro de la conciencia es que no necesitas hacer nada, aparte de hacer­te consciente. El fenómeno mismo de observarlo hace que cambie. poco a poco, el loco va desapareciendo. Poco a poco, los pensamientos empiezan a ajustarse a cierta pauta. Su caos desa­parece, se van convirtiendo en algo más parecido a un cosmos. Y una vez más, una profunda paz lo domina  todo.
Y cuando tu cuerpo y tu mente estén en paz, verás que están sinfonizados uno con otro, que existe un puente. Ahora ya no corren en diferentes direcciones, ya no cabal­gan en diferentes caballos. Por primera vez hay acuerdo, y ese acuerdo constituye una ayuda inmensa para trabajar  tercer paso: hacerte consciente de tus sentimientos, emociones, estados humor. Esta es la capa más sutil y más difícil, pero si puedes ser consciente de los pensamientos solo tienes que dar un paso más. Se necesita una conciencia un poco más intensa para empezar a medi­tar sobre tus estados de humor, tus emociones, tus sentimientos.

En cuanto eres consciente de estas tres cosas, todas se unen en un único fenómeno. Y cuando estas tres cosas sean una sola, fun­cionando perfectamente al unísono, canturreando juntas, cuando puedas sentir la música de las tres -se han convertido en una orquesta-, ocurre la cuarta. Lo que tú no puedes hacer ocurre por sí solo, es un regalo de la totalidad. Es una recompensa para los que han hecho estas tres cosas.
Y la cuarta cosa es la conciencia definitiva que lo despierta a uno. Uno se hace consciente de la propia conciencia, esa es la cuar­ta cosa.- Eso te convierte en un buda, un ser despierto. Y solo en ese despertar llega uno a conocer lo que es la bienaventuranza. El cuer­po conoce el placer, la mente conoce la felicidad, el corazón cono­ce la alegría, la cuarta cosa conoce la bienaventuranza. La biena­venturanza es el objetivo, y la conciencia es el camino que lleva a ella.

No hay comentarios.:

AVISO LEGAL: Todo el material publicado o reproducido en este sitio web tiene como único fin difundir conocimiento y valores culturales. Bajo ningún concepto persiguen fines lucrativos, prohibiéndose expresamente su copiado para uso comercial. Solo se reproduce material al que es posible acceder de manera libre, pública y gratuita en distintos blogs, webs, sitios y lugares de Internet. Si algún autor o compositor, representante legal o sus derechos habientes considera que la exposición de algún material en particular afecta sus derechos de autor, rogamos comunicárnoslo a fin de proceder a su retiro.