viernes, 2 de marzo de 2012

Como nace el temor

Es muy importante para nosotros que estemos conscientes del temor, que nos percatemos de él. ¿Saben ustedes cómo nace el temor? En todo el mundo podemos ver que la gente está pervertida por el temor, deformada en sus ideas, en sus sentimientos y sus actividades. Por lo tanto debemos investigar el problema del temor desde todos los ángulos posibles, no sólo desde el punto de vista económico y moral de la sociedad, sino también desde el punto de vista de nuestras luchas psicológicas, internas.

Como he dicho, el temor por nuestra seguridad externa e interna deforma la mente y distorsiona nuestro pensar. Espero que hayan reflexionado un poco acerca de esto, porque cuanto más claramente consideren y vean la verdad de ello, más libres estarán de toda dependencia. Los adultos no han producido una sociedad maravillosa; los padres, los ministros, los maestros, los gobernantes, los sacerdotes no han creado un mundo bello. Por el contrario, han creado un mundo terrible, brutal, en el que todos están peleando con alguien, en el que un grupo está contra otro grupo, una nación contra otra, una ideología o conjunto de creencias contra otra ideología o conjunto de creencias. El mundo en el que van a crecer es un mundo feo, un mundo deplorable, donde los mayores tratan de sofocarles con sus propias creencias, sus ideas, su perversidad; y si ustedes van a seguir meramente el deplorable patrón de los mayores que han producido esta sociedad monstruosa, ¿cuál es el sentido de que se les eduque, cuál es, en absoluto, el sentido de vivir?
Si miran a su alrededor, verán que en todo el mundo hay una espantosa destrucción y desdicha humana. Pueden leer sobre las guerras en la historia, pero no conocen su realidad, de qué modo las ciudades son destruidas por completo, cómo la bomba de hidrógeno, arrojada sobre una isla, causa la total desaparición de la isla, cómo los barcos son bombardeados y se esfuman en el aire. Hay una destrucción espantosa a causa del llamado progreso; y es en este mundo donde ustedes van a crecer. Podrán pasarlo bien, dichosamente mientras son jóvenes; pero cuando se vuelvan adultos, a menos que estén muy alerta, atentos a sus pensamientos, a sus sentimientos, perpetuarán este mundo de batallas, de ambiciones despiadadas, un mundo donde cada uno está compitiendo con otro, donde hay miseria, inanición, superpoblación y enfermedad.
Así, mientras son jóvenes, ¿no es importante que sean ayudados por la clase correcta de maestro, para que reflexionen sobre todas estas cosas, y no que se les enseñe meramente a aprobar algunos opacos exámenes? La vida es dolor, muerte, amor, odio, crueldad, enfermedad, inanición, y tienen que empezar a considerar todos estos hechos. Por eso siento que es bueno que ustedes y yo investiguemos estos problemas juntos, de modo que se les despierte la inteligencia y empiecen a tener una percepción real de todo esto. Entonces no madurarán solamente para que les casen y para convertirse en un irreflexivo oficinista o en una máquina de engendrar hijos, perdiéndose en ese perverso patrón de vida, como las aguas se pierden en la arena.
Una de las causas del temor es la ambición, ¿no es así? ¿Acaso no son todos ambiciosos? ¿Cuál es la ambición de ustedes? ¿Aprobar algún examen? ¿Convertirse en gobernador? O, si son muy jóvenes, tal vez quieran ser maquinistas, manejar locomotoras a través del puente. ¿Pero por qué son ambiciosos? ¿Qué es lo que eso significa? ¿Han pensado alguna vez al respecto? ¿Han notado lo ambiciosas que son las personas mayores? En su propia familia, ¿no han escuchado a su padre o a su tío hablar de ganar un sueldo mayor o de ocupar alguna posición prominente? En nuestra sociedad -ya he explicado qué es nuestra sociedad- todos están haciendo esto, tratando de llegar a la cima. Todos quieren llegar a ser "alguien", ¿verdad? El amanuense quiere llegar a gerente, el gerente quiere llegar a algo más grande y así sucesivamente, la continua puja por "llegar a ser". Si soy maestro, quiero llegar a director; si soy director quiero llegar a ser el rector. Si son feos, desean ser hermosos. O desean tener más dinero, más saris, más ropa, más muebles, casas, propiedades: más, más y más. No sólo exteriormente sino también internamente, en el así llamado sentido espiritual, quieren ustedes llegar a ser alguien, aunque puedan ocultar esa ambición bajo un montón de palabras. ¿No han advertido esto? Y piensan que todo eso está perfectamente bien, ¿no es así? Piensan que es perfectamente normal, justificable, correcto.
Ahora bien, ¿qué es lo que la ambición ha hecho en el mundo? Muy pocos de nosotros hemos pensado alguna vez en eso. Cuando ustedes ven a un hombre luchando por sacar ventaja, por alcanzar y adelantarse a algún otro, ¿alguna vez se han preguntado qué hay en su corazón? Si miraran en su propio corazón cuando son ambiciosos, cuando están bregando por llegar a ser alguien, espiritualmente o en el sentido mundano, encontrarían allí el gusano del miedo. El hombre ambicioso es el más temeroso de los hombres, porque tiene miedo de ser lo que es. Dice: 'Si permanezco siendo lo que soy, no seré nadie; por lo tanto, tengo que ser alguien, tengo que convertirme en magistrado, en juez, en ministro". Si examinan muy atentamente este proceso, si ven detrás de la pantalla de las palabras y las ideas, si van más allá del muro de la posición social y del éxito, encontrarán que hay miedo, porque el hombre ambicioso teme ser lo que es. Piensa que en sí mismo es insignificante, pobre, feo, se siente solo, totalmente vacío; por lo tanto, dice: "Tengo que ir y obtener algo más". De modo que, o bien va detrás de lo que llama Dios, que es solamente otra forma de ambición, o trata de llegar a ser alguien en el mundo. De esta manera encubre su soledad, su sentido de vacuidad interna, del cual está realmente atemorizado. Escapa de eso, y la ambición se vuelve el medio a través del cual puede escapar.
Entonces, ¿qué es lo que está sucediendo verdaderamente en el mundo? Todos están luchando con alguien. Un hombre se siente inferior a otro, pugna por llegar bien arriba. No hay amor, no hay consideración, no hay un pensar profundo. Nuestra sociedad es una batalla constante del hombre contra el hombre. Esta lucha nace de la ambición por llegar a ser alguien, y los adultos los alientan a ustedes para que sean ambiciosos. Quieren que lleguen a ser algo importante, que se casen con una mujer rica o con un hombre rico, que tengan amigos influyentes. Estando atemorizados, siendo feos internamente, tratan de hacerles iguales a ellos; y ustedes, a su vez, desean ser como ellos, porque todo eso les atrae. Cuando llega el gobernador, todos se inclinan hasta el suelo para recibirle, le ofrecen guirnaldas, elaboran discursos. Él les ama y ustedes también le aman. Se sienten honrados si conocen al tío de él o a su secretario, y se calientan al sol de su ambición, de sus realizaciones. De ese modo quedan presos en la perversa telaraña de la generación más vieja, en el patrón de esta sociedad monstruosa. Solamente si están muy alerta, constantemente vigilantes y no temen ni aceptan sino que cuestionan todo el tiempo, sólo entonces no estarán presos sino que irán más allá de esto y crearán un mundo diferente.
Por eso es muy importante que descubran su verdadera vocación. ¿Saben qué significa "vocación"? Algo que les gusta hacer, que aman y que es natural para ustedes. Después de todo, ése es el sentido de la educación: ayudarles a que crezcan independientemente, de modo que estén libres de ambiciones y puedan descubrir su verdadera vocación. El hombre ambicioso jamás ha descubierto su verdadera vocación; si lo hubiera hecho, no sería ambicioso.
Es pues, responsabilidad de los maestros, del director, ayudarles a que sean inteligentes, a que no tengan miedo, de manera que puedan descubrir su verdadera vocación, su propio modo de vida, el modo como realmente quieren vivir y ganarse la subsistencia. Esto implica una revolución en el pensar, porque en nuestra sociedad actual se considera que quien es capaz de hablar, de escribir, el hombre que puede mandar, que tiene un gran automóvil, es el que está en una posición maravillosa; se menosprecia al hombre que cava en el jardín, al que cocina, al que construye una casa.
¿Se percatan ustedes de sus propios sentimientos cuando miran a un albañil, al hombre que repara la carretera, al que conduce un taxi o tira de una carreta? ¿Han advertido cómo le miran con absoluto desdén? Para ustedes apenas si existe, hacen caso omiso de él. Pero cuando un hombre tiene un título de alguna clase, o es un banquero, un comerciante, un gurú o un ministro, inmediatamente le respetan. Pero si cada uno de ustedes descubriera realmente su verdadera vocación, contribuiría a desbaratar por completo este sistema corrupto; porque entonces, si es un jardinero o un pintor o un ingeniero, estará haciendo algo que ama con todo el ser; y eso no es ambición. Hacer algo maravillosamente bien, hacerlo de manera completa, genuina, conforme a lo que uno piensa y siente profundamente, eso no es ambición y en eso no hay temor alguno.
Ayudarles a descubrir su auténtica vocación es muy difícil, porque significa que el maestro ha de prestar muchísima atención a cada estudiante, a fin de descubrir para qué está capacitado. Ha de ayudarle a no tener miedo, a cuestionar, a investigar. Puede que el estudiante sea un escritor, un poeta o un pintor en potencia. Cualquier cosa que sea, si realmente ama lo que hace, no es ambicioso; porque en el amor no hay ambición.
¿No es, entonces, esencial que, mientras son jóvenes, se les ayude a despertar su propia inteligencia, para que de ese modo puedan encontrar su vocación auténtica? Entonces amarán lo que hacen, lo amarán a lo largo de toda la vida, lo cual implica que no habrá ambición ni competencia, que no pelearán con otro por la posición, por el prestigio; y entonces quizá sean capaces de crear un mundo nuevo. En ese mundo nuevo dejarán de existir todas las cosas abominables de la vieja generación: sus guerras, su perversidad, sus dioses separativos, sus rituales que no significan absolutamente nada, sus gobiernos soberanos, su violencia. Por eso, la responsabilidad de los maestros y de los estudiantes es muy grande.
Interlocutor: Si alguien tiene la ambición de ser un ingeniero, ¿no significa eso que le interesa la ingeniería?
K.: ¿Dirías que estar interesado en algo es ambición? Podemos dar a esa palabra "ambición" diversos significados. Para mí, la ambición es consecuencia del temor. Pero si yo soy un chico y estoy interesado en ser ingeniero porque quiero construir estructuras maravillosas, magníficos sistemas de irrigación, espléndidos caminos, significa que amo la ingeniería, y eso no es ambición. En el amor no existe el miedo.
Por lo tanto, la ambición y el interés son dos cosas diferentes, ¿no es así? Si estoy realmente interesado en pintar, si amo la pintura, no compito para ser el mejor o el más famoso de los pintores. Sólo amo la pintura. Tú puedes ser mejor pintor que yo, pero no me comparo contigo. Cuando pinto, amo lo que estoy haciendo y para mí eso es suficiente en sí mismo.
Interlocutor: ¿Cuál es la manera más fácil de encontrar a Dios?
K.: Me temo que no hay una manera fácil, porque encontrar a Dios es una cosa de lo más difícil y ardua. Lo que llamamos Dios, ¿no es acaso algo creado por la mente? Ustedes saben lo que es la mente. La mente es el resultado del tiempo y puede crear cualquier cosa, cualquier ilusión. Tiene el poder de crear ideas, de protegerse con fantasías, con la imaginación; está constantemente acumulando, descartando, eligiendo. Siendo estrecha, limitada, estando llena de prejuicios, la mente puede representarse a Dios, puede imaginar de acuerdo con sus propias limitaciones, lo que Dios es. A causa de que ciertos instructores, sacerdotes y los así llamados salvadores han dicho que Dios existe y lo han descrito, la mente puede imaginar a Dios en esos términos, pero tal imagen no es Dios. Dios es algo que no puede ser encontrado por la mente.
Para comprender a Dios tenemos que comprender primero nuestra propia mente, lo cual es muy difícil. La mente es muy compleja y no es fácil comprenderla. Pero es bastante fácil sentarse y entrar en alguna clase de ensoñación, tener distintas visiones, ilusiones y pensar que estamos muy cerca de Dios. La mente puede engañarse enormemente a sí misma. Así, para experimentar de verdad aquello que puede ser llamado Dios, tenemos que estar completamente quietos; ¿y no han descubierto lo extremadamente difícil que es eso? ¿No han notado cómo aun las personas mayores jamás se sientan quietamente, cómo se agitan, cómo menean los dedos de los pies y mueven las manos? Es físicamente difícil permanecer quietos; ¡mucho más difícil le es a la mente quedarse quieta! Está siempre inquieta, como un niño a quien se le ordena permanecer en el rincón. Es un gran arte para la mente estar completamente silenciosa, sin coacción alguna; sólo entonces es posible experimentar aquello que puede ser llamado Dios.
Interlocutor: ¿Está Dios en todas partes?
K.: ¿Estás realmente interesado en descubrirlo? Ustedes formulan preguntas y después se dejan caer, no escuchan. ¿Han advertido cómo los mayores casi nunca les escuchan? Raramente les escuchan porque están encerrados en sus propios pensamientos, en sus propias emociones, en sus propias satisfacciones y en sus pesares. Espero que hayan advertido esto. Si saben cómo observar y cómo escuchar, escuchar de verdad, descubrirán muchísimas cosas, no sólo con respecto a la gente sino con respecto al mundo.
Aquí está este niño preguntando si Dios se encuentra en todas partes. Es más bien joven para formular esa pregunta. Él no sabe lo que eso significa en realidad. Probablemente tiene un vago indicio de algo: el sentimiento de la belleza, una percepción de los pájaros en el cielo, de las aguas que fluyen, de un rostro hermoso, sonriente, de una hoja bailando en el viento, de una mujer llevando una carga pesada. Y hay ira, ruido, dolor, todo eso está en el aire. De modo que se halla naturalmente interesado y ansioso por descubrir qué es la vida en todas partes. Oye hablar de Dios a las personas mayores y se siente perplejo. Es muy importante para él formular semejante pregunta, ¿verdad? Y es igualmente importante para todos ustedes buscar la respuesta porque, como dije el otro día, comenzarán a captar el significado de todo esto internamente, inconscientemente, muy en el fondo; y entonces, a medida que crezcan, tendrán insinuaciones de otras cosas además de este feo mundo de luchas. El mundo es bello, la Tierra es generosa, pero nosotros somos sus expoliadores.
Interlocutor: ¿Cuál es el verdadero propósito de la vida?
K.: Es, en primer lugar, lo que tú haces de ella. Es lo que tú haces de la vida.
Interlocutor: Por lo que toca a la realidad, tiene que haber alguna otra cosa. Yo no estoy particularmente interesado en tener un propósito personal, pero quiero saber cuál es el propósito para todos?
K.: ¿Cómo lo descubrirás? ¿Quién te lo mostrará? ¿Puedes descubrirlo leyendo? Si lees, un autor puede darte un método particular, mientras que otro autor puede ofrecerte un método completamente distinto. Si acudes a un hombre que está sufriendo te dirá que el propósito de la vida es ser feliz. Si acudes a un hombre que se está muriendo de hambre, que por años no ha tenido comida suficiente, su propósito será tener el estómago lleno. Si acudes a un político, su propósito será convertirse en uno de los que dirigen, de los que gobiernan el mundo. Si le preguntas a una mujer joven, ella dirá: "Mi propósito es tener un bebé". Si acudes a un sanyasi su propósito es encontrar a Dios. El propósito, el deseo implícito de la gente es, por lo general, encontrar algo gratificante, confortador; todos quieren alguna forma de seguridad, de garantía, de modo que no tengan dudas ni cuestionamientos, ni ansiedad ni temor. La mayoría de nosotros quiere algo permanente a lo cual aferrarse, ¿no es así?
Por lo tanto, el propósito general para el hombre es alguna clase de esperanza, de seguridad, de permanencia. No digas: "¿Eso es todo?". Ése es el hecho inmediato, y primero tienes que estar plenamente familiarizado con eso. Tienes que cuestionar todo eso, lo cual implica que tienes que cuestionarte a ti mismo. El propósito general de la vida está incrustado en ti, porque eres parte de la totalidad. Tú mismo deseas seguridad, permanencia, felicidad; deseas algo a lo cual poder asirte.
Ahora bien, para descubrir si hay alguna otra cosa más allá, alguna verdad que no es de la mente, es preciso terminar con todas las ilusiones que la mente crea, o sea, que tienes que comprenderlas y dejarlas de lado. Sólo entonces podrás descubrir lo verdadero, si hay un propósito o no lo hay. Estipular que debe haber un propósito o creer que hay un propósito, es meramente otra ilusión.
Pero si puedes cuestionar todos tus conflictos, tus luchas, tus pesares, tus vanidades, tus ambiciones, esperanzas y temores, examinar cuidadosamente todo eso e ir mucho más allá, entonces descubrirás.
Interlocutor: Si desarrollo influencias superiores, ¿veré finalmente lo supremo?
K.: ¿Cómo puedes ver lo supremo en tanto haya muchas barreras entre tú y eso? En primer lugar, tienes que eliminar las barreras. No puedes sentarte en una habitación cerrada y saber cómo es el aire fresco. Para tener aire fresco debes abrir las ventanas. De igual modo, tienes que ver, comprender y descartar todas las barreras, todas las limitaciones y los condicionamientos que hay dentro de ti. Entonces descubrirás. Pero no tiene sentido que te sientes de este lado y trates de descubrir qué hay en el otro.

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