Capitulo 3.0 De El arte de vivir Por: Jiddu Krishnamurti
domingo, 13 de mayo de 2012
El conocimiento
Cuando ustedes son jóvenes tienen curiosidad por saberlo todo acerca de todo, por qué brilla el sol, qué son las estrellas, quieren saberlo todo acerca de la luna y del mundo que nos rodea; pero cuando somos mayores, el conocimiento se vuelve una mera colección de informaciones sin sentimiento alguno.
Se convierten en especialistas, saben mucho acerca de este o aquel tema y se interesan muy poco por las cosas que les rodean: el mendigo de la calle, el hombre rico que pasa cerca de ustedes en su automóvil. Si queremos saber por qué hay riqueza y pobreza en el mundo, podemos encontrar una explicación. Hay explicaciones para todo, y la explicación parece satisfacer a la mayoría de nosotros. Lo mismo es válido para la religión. Nos satisfacen las explicaciones; y a ese explicarlo todo lo llamamos conocimiento. ¿Es esto lo que entendemos por educación? ¿Aprendemos para descubrir, o meramente requerimos explicaciones, definiciones, conclusiones a fin de tranquilizar nuestras mentes y así no tener que seguir investigando?
Nuestros mayores pueden habémoslo explicado todo, pero con eso han apagado generalmente nuestro interés. A medida que crecemos la vida se vuelve más compleja y muy difícil. ¡Hay tantas cosas para conocer, hay tanta desdicha y sufrimiento! Y viendo toda esta complejidad pensamos que hemos resuelto todo eso mediante explicaciones. Muere alguien y explicamos esa muerte; de tal modo, el sufrimiento se amortigua por medio de la explicación. Tal vez nos rebelemos contra la idea de la guerra mientras somos jóvenes, pero ya adultos aceptamos la explicación de la guerra y nuestras mentes se embotan.
Cuando somos jóvenes, lo importante no es satisfacernos con explicaciones sino averiguar cómo es posible ser inteligentes y, de ese modo, descubrir la verdad de las cosas; y no podemos ser inteligentes si no somos libres. Se dice que la libertad llega sólo cuando somos viejos y sabios, pero no hay duda de que tiene que haber libertad mientras aún somos muy jóvenes; no libertad para hacer lo que nos plazca, sino libertad para comprender muy profundamente nuestros propios instintos e impulsos. Tiene que haber una libertad exenta de temor, pero no podemos estar libres del temor mediante una explicación. Somos conscientes de que existe la muerte y el miedo a la muerte. Pero explicando la muerte, ¿podemos saber qué es el morir o podemos estar libres del miedo a la muerte?
A medida que vamos creciendo, es importante que tengamos la capacidad de pensar muy sencillamente. ¿Qué es la sencillez? ¿Quién es una persona sencilla? Un hombre que hace vida de ermitaño, que tiene muy pocas pertenencias, ¿es verdaderamente sencillo? ¿Acaso la sencillez no es algo por completo diferente? La sencillez es de la mente y del corazón. Casi todos somos muy complejos, tenemos muchas necesidades y muchos deseos. Por ejemplo, ustedes desean aprobar sus exámenes, desean conseguir un buen empleo, tienen ideales y quieren desarrollar un buen carácter, etc., ¡la mente tiene tantas exigencias! ¿Contribuye eso a la sencillez? ¿No es muy importante descubrirlo?
Una mente compleja no puede descubrir la verdad de nada, no puede descubrir lo real, y ésa es nuestra dificultad. Desde la infancia nos educan para que nos amoldemos, y no sabemos cómo transformar la complejidad en simplicidad, en sencillez. Es sólo la mente muy sencilla y directa la que puede encontrar lo real, lo verdadero. Conocemos más y más, pero nuestras mentes nunca son sencillas. Y sólo la mente sencilla es creativa.
Cuando ustedes pintan el cuadro de un árbol, ¿qué es lo que están pintando? ¿Sólo una representación del árbol tal cual se ve, con sus hojas, sus ramas, su tronco, el árbol completo en todos sus detalles? ¿O lo pintan desde el sentimiento que el árbol ha despertado en ustedes? Si el árbol les dice algo y lo pintan desde esa experiencia interna, aunque lo que sienten pueda ser muy complejo, el cuadro que pintan será el resultado de una gran sencillez. Es indispensable, cuando son jóvenes, que mantengan la mente muy sencilla, incontaminado, aunque puedan tener toda la información que necesitan.
Interlocutor: Si todos fuéramos educados correctamente, ¿estaríamos libres de temor?
K.: Es muy importante estar libre de temor, ¿no es así? Y no puedes estar libre de temor excepto por intermedio de la inteligencia. Averigüemos, pues, en primer lugar, cómo podemos ser inteligentes, no cómo libramos del temor. Si podemos experimentar qué es ser inteligente, sabremos cómo libramos del temor. El temor es siempre con respecto a algo, no existe por sí mismo. Está el temor a la muerte, el temor a la enfermedad, el temor a la pérdida, el temor a los padres, el temor a lo que dirá la gente, etc.; y la cuestión no es cómo libramos del temor, sino cómo despertar la inteligencia con la cual Poder enfrentamos con el temor, comprenderlo e ir más allá.
Ahora bien, ¿cómo puede la educación ayudamos a ser inteligentes? ¿Qué es la inteligencia? ¿Es un asunto de habilidad, de aprobar exámenes? Podremos leer muchos libros, conocer a personajes prominentes, tener muchísima capacidad, ¿pero hace todo eso que seamos inteligentes? ¿O la inteligencia es algo que se revela en nosotros sólo cuando llegamos a estar integrados? Nos hallamos compuestos de muchas partes; a veces nos sentimos ofendidos, celosos, somos violentos, otras veces somos humildes, reflexivos, tranquilos. En distintos momentos somos seres diferentes, jamás somos totales, jamás estamos totalmente integrados, ¿no es así? Cuando un ser humano tiene muchos deseos, internamente está dividido en muchos seres.
Uno debe abordar el problema sencillamente. La cuestión es cómo ser inteligentes, a fin de vemos libres del temor. Si desde su más temprana infancia, cualquier dificultad que tengan es discutida con ustedes de modo que la comprensión de la misma no sea meramente verbal sino que les capacite para ver la totalidad de la vida, entonces una educación así puede despertar la inteligencia y, con eso, liberar a la mente del temor.
Interlocutor: Usted ha dicho que ser ambicioso es ser estúpido y cruel ¿Es entonces estúpido y cruel tener la ambición de obtener la clase correcta de educación?
K.: ¿Eres ambicioso? ¿Qué es la ambición? Cuando deseas ser mejor que otro, obtener mejores notas que algún otro, eso es, sin duda, lo que llamamos ambición. Un pequeño político es ambicioso al desear convertirse en gran político; pero ¿es ser ambicioso desear la clase correcta de educación? Cuando haces algo que amas, ¿es ambición eso? Cuando escribes o pintas no porque desees prestigio sino porque amas escribir o pintar, eso no es ambición, ciertamente. La ambición interviene cuando te comparas con otros escritores o artistas, cuando deseas tener éxito.
Por lo tanto, cuando haces algo que amas realmente, eso no es ambición.
Interlocutor: Cuando uno desea encontrar la verdad o la paz, se convierte en un sanyasi. ¿Un sanyasi conoce, entonces, la sencillez?
K.: ¿Conoce uno la sencillez cuando desea la paz? ¿Es por convertirse en un sanyasi o en un sadhu por lo que uno es sencillo? Ciertamente, la paz es algo que no pertenece a la mente. Si deseo la paz y trato de quitar de mi mente todos los pensamientos de violencia, ¿me traerá eso la paz? O si tengo muchos deseos y digo que no debo tener deseos, ¿seré pacífico? En el momento en que uno desea algo está en conflicto, lucha, y lo que genera sencillez es nuestra propia comprensión de todo el proceso del deseo.
Interlocutor: Si somos educados del modo correcto estamos libres de temor, y si nos educan erróneamente somos temerosos. ¿Es cierto eso?
K.: Es obviamente cierto, ¿no es así? ¿Y acaso no estamos atemorizados por una cosa u otra? Todos le temen a algo: a la opinión pública, a la muerte, a la enfermedad. Eso es un hecho obvio.
Interlocutor: Si, como usted dice, todos sienten temor, entonces nadie es un santo ni un héroe. ¿No hay entonces grandes hombres en este mundo?
K.: Ése es un razonamiento meramente lógico, ¿verdad? ¿Por qué debemos preocupamos de los grandes hombres, de los santos, de los héroes? Lo que importa es lo que uno es. Si uno es temeroso, va a crear un mundo feo. Ésa es la cuestión, no si hay grandes hombres.
Interlocutor: Usted dijo que la explicación es una cosa mala. Hemos venido aquí en busca de explicación. ¿Es malo eso?
K.: Yo no dije que la explicación es mala; dije que no se satisfagan con explicaciones.
Interlocutor: ¿Cuál es su idea acerca del futuro en la India?
K.: No tengo idea, ninguna idea en absoluto. No creo que la India como India importe demasiado. Lo que importa es el mundo. Ya sea que vivamos en la China o en Japón, en Inglaterra, en la India o en América, todos decimos: "Mi país importa muchísimo", y nadie piensa en el mundo como una totalidad; los libros de historia están llenos con la constante repetición de las guerras. Si pudiéramos empezar a comprendemos como seres humanos, tal vez dejaríamos de matamos unos a otros y pondríamos fin a las guerras; pero en tanto seamos nacionalistas y pensemos tan sólo en nuestro propio país, seguiremos creando un mundo terrible. Si alguna vez vemos que ésta es nuestra Tierra donde todos podemos vivir felizmente y en paz, entonces juntos construiremos de nuevo; pero si seguimos pensando en nosotros mismos como indios, alemanes o rusos, y consideramos a todos los demás como extranjeros, entonces no habrá paz y no podrá crearse ningún mundo nuevo.
Interlocutor: Usted dice que hay muy pocas personas en este mundo que sean grandes. ¿Entonces qué es usted?
K.: No importa lo que soy yo. Lo que importa es descubrir la verdad o falsedad de lo que se dice. Si usted piensa que tal o cual cosa es importante porque fulano de tal la está diciendo, entonces no está escuchando realmente, no está tratando de descubrir por sí mismo qué es verdadero y qué es falso.
Pero, ya lo ve, casi todos tenemos miedo de descubrir por nosotros mismos qué es verdadero y qué es falso, y por eso aceptamos meramente lo que algún otro dice. Lo importante es cuestionar, observar, no aceptar jamás. Por desgracia, la mayoría de nosotros escucha sólo a quienes considera que son grandes personas, a alguna autoridad establecida, a los Upanishads, al Gita, a lo que fuere. Jamás prestamos atención a los pájaros, al sonido del mar o al mendigo. Así nos perdemos lo que el mendigo está diciendo; puede haber verdad en lo que dice el mendigo y ninguna verdad en lo que dice el rico o el hombre investido de autoridad.
Interlocutor: Nosotros leemos libros a causa de nuestra curiosidad. Cuando usted era joven, ¿no era curioso?
K.: ¿Piensa usted que meramente leyendo libros descubre por sí mismo lo que es verdadero? ¿Descubre alguna cosa repitiendo lo que otros han dicho? ¿O sólo descubre investigando, dudando, no aceptando jamás? Muchos de nosotros leemos montones de libros sobre filosofía y esta lectura moldea nuestras mentes, lo cual hace muy difícil descubrir por nosotros mismos qué es verdadero y qué es falso. Cuando la mente ya está moldeada, formada, sólo puede descubrir la verdad a costa de las más grandes dificultades.
Interlocutor: ¿No deberíamos preocuparnos por el futuro?
K.: ¿Qué entiendes por el futuro? De aquí veinte o cincuenta años, ¿es eso para ti el futuro? El futuro que está a muchos años de distancia es muy incierto, ¿no es así? Tú no sabes qué es lo que va a suceder. ¿De qué te sirve, entonces, que te preocupes o te inquietes al respecto? Puede haber una guerra, una epidemia, cualquier cosa puede ocurrir; de modo que el futuro es incierto, desconocido. Lo que importa es cómo vives ahora, lo que piensas, lo que sientes ahora. Importa muchísimo el presente, el hoy, no el mañana o lo que va a suceder de aquí a veinte años; y comprender el presente requiere muchísima inteligencia.
Interlocutor: Cuando somos jóvenes somos muy traviesos y no siempre sabemos qué es bueno para nosotros. Si un padre aconseja a su hijo por el bien del hijo, ¿no debe el hijo seguir el consejo de su padre?
K.: ¿Qué piensas tú? Si soy un padre, primero debo averiguar qué es lo que mi hijo desea hacer realmente en la vida, ¿verdad? ¿Conoce el padre lo suficiente acerca del hijo como para aconsejarle? ¿Ha estudiado al hijo? ¿Cómo puede un padre que tiene muy poco tiempo para observar a su hijo, ofrecerle consejos? Suena lindo decir que el padre debe guiar a su hijo, pero si el padre no conoce a su hijo, ¿qué es lo que ha de hacer? Un niño tiene sus propias inclinaciones y capacidades que han de ser estudiadas, no sólo por cierto tiempo o en un lugar determinado, sino durante todo el período de su infancia.
Interlocutor: Usted dijo la última vez que el idealista es un hipócrita. Si queremos construir un edificio, primero debemos tener una idea de él. ¿No debemos, de igual modo, tener primero un ideal si vamos a construir un mundo nuevo?
K.: Tener una idea de un edificio que vamos a construir no es lo mismo que ser idealista con respecto a algo. Son, por cierto, dos cosas diferentes.
Interlocutor: Al aspirar al bienestar de nuestro propio país, ¿no aspiramos también al bienestar de la humanidad? ¿Está dentro de los alcances del hombre común aspirar directamente al bienestar de la humanidad?
K.: Cuando buscamos el bienestar de nuestro país a expensas de otros países, eso conduce a la explotación y al imperialismo. Mientras pensemos exclusivamente en nuestro país, por fuerza tendremos que crear conflicto y guerra.
Cuando usted pregunta si está dentro de los alcances del hombre común aspirar directamente al bienestar de la humanidad, ¿qué es lo que entiende por hombre común? ¿Usted y yo no somos el hombre común? ¿Acaso somos diferentes del hombre común? ¿Qué es lo que hay de excepcional respecto de nosotros? Somos todos seres humanos corrientes, ¿no es así? ¿Sólo porque poseemos ropas limpias y llevamos zapatos o tenemos un automóvil, piensa usted que somos diferentes de otros que no poseen estas cosas? Todos somos personas comunes, y si realmente comprendemos esto podremos dar origen a una revolución. Una de las fallas de nuestra educación actual es la de hacemos sentir tan exclusivos, tan sobre un pedestal por encima del así llamado hombre de la calle.
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