jueves, 21 de febrero de 2013
La causa de la infelicidad
Echa un vistazo al mundo y observa la infelicidad que hay en torno a ti
y dentro de ti mismo. ¿Acaso sabes cuál es la causa de tal infelicidad?
Probablemente digas que la causa es la soledad, o la opresión, o la
guerra, o el odio, o el ateísmo... Y estarás equivocado.
La infelicidad
tiene una sola causa: las falsas creencias que albergas en tu mente;
creencias tan difundidas, tan comúnmente profesadas, que ni siquiera
se te ocurre la posibilidad de ponerlas en duda. Debido a tales
creencias, ves el mundo y te ves a ti mismo de una manera deformada.
Estás tan profundamente "programado" y padeces tan intensamente la
presión de la sociedad que te ves literalmente obligado a percibir el
mundo de esta manera deformada. Y no hay solución, porque ni
siquiera sospechas que tu percepción está deformada, que piensas de
manera equivocada, que tus creencias son falsas.
Mira en derredor tuyo y trata de encontrar a una sola persona que sea
auténticamente feliz: sin temores de ningún tipo, libre de toda clase de
inseguridades, ansiedades, tensiones, preocupaciones... Será un
milagro si logras encontrar a una persona así entre cien mil. ello
debería hacerte sospechar de la "programación" y las creencias que
tanto tú como esas personas tenéis en común.
Pero resulta que
también has sido "programado" para no abrigar sospechas ni dudas y
para limitarte a confiar en lo que tu tradición, tu cultura, tu sociedad y
tu religión te dicen que des por sentado. Y si no eres feliz, ya has sido
adiestrado para culparte a ti de ello, no a tu "programación" ni a tus
ideas y creencias culturalmente heredadas. Pero lo que empeora aún
más las cosas es el hecho de que la mayoría de las personas han
sufrido tal lavado de cerebro que ni siquiera se dan cuenta de lo
infelices que son...: como el hombre que sueña y no tiene ni idea de
que está soñando.
¿Cuáles son esas falsas creencias que te apartan de la felicidad?
Veamos algunas. Por ejemplo, ésta: "No puedes ser feliz sin las cosas a
las que estás apegado y que tanto estimas". Falso.
No hay un solo
momento en la vida en el que no tengas cuanto necesitas para ser feliz.
Piensa en ello durante un minuto... La razón por la que eres infeliz es
porque no dejas de pensar en lo que no tienes, en lugar de pensar más
bien en lo que tienes en este momento.
O esta otra: "La felicidad es cosa del futuro". No es cierto. Tú eres feliz
aquí y ahora; pero no lo sabes, porque tus falsas creencias y tu manera
deformada de percibir las cosas te han llenado de miedos, de
preocupaciones, de ataduras, de conflictos, de culpabilidades y de una
serie de "juegos" que has sido "programado" para jugar. Si lograras ver
a través de toda esa maraña, comprobarías que eres feliz... y no lo
sabes.
Otra falsa creencias: "La felicidad te sobrevendrá cuando logres
cambiar la situación en que te encuentras y a las personas que te
rodean". Tampoco es cierto. Estás derrochando estúpidamente un
montón de energías tratando de cambiar el mundo. Si tu vocación en la
vida es la de cambiar el mundo, ¡adelante, cámbialo!; pero no abrigues
la ilusión de que así lograrás ser feliz. Lo que te hace feliz o desdichado
no es el mundo ni las personas que te rodean, sino los pensamientos
que albergas en tu mente.
Tan absurdo es buscar la felicidad en el
mundo exterior a uno mismo como buscar un nido de águilas en el
fondo del mar. Por eso, si lo que buscas es la felicidad, ya puedes dejar
de malgastar tus energías tratando de remediar tu calvicie, o de
conseguir una figura atractiva, o de cambiar de casa, de trabajo, de
comunidad, de forma de vivir o incluso de personalidad. ¿No te das
cuenta de que podrías cambiar todo eso, tener la mejor de las
apariencias, la más encantadora personalidad, vivir en el lugar más
hermoso el mundo... y, a pesar de ello, seguir siendo infeliz? En el
fondo, tú sabes que esto es cierto; sin embargo, te empeñas en
derrochar esfuerzos y energías tratando de obtener lo que sabes muy
bien que no puede hacerte feliz.
Y otra falsa creencia más: "Si se realizan todos tus deseos, serás feliz".
También eso es absolutamente falso. De hecho, son precisamente esos
deseos los que te hacen vivir tenso, frustrado, nervioso, inseguro y
lleno de miedos. Haz una lista de todos tus apegos y deseos, y a cada
uno de ellos dile estas palabras: "En el fondo de mi corazón, sé que
aunque te obtenga, no alcanzaré la felicidad".
Reflexiona sobre la
verdad que encierran estas palabras. Lo más que puede proporcionarte
el cumplimiento de un deseo es un instante de placer y de emoción. Y
no hay que confundir eso con la felicidad.
¿Qué es entonces, la felicidad? Muy pocas personas lo saben, y nadie
puede decírtelo, porque la felicidad no puede ser descrita. ¿Acaso
puedes describir lo que es la luz a una persona que no ha conocido en
toda su vida más que la oscuridad? ¿O puedes quizá describir la
realidad a alguien durante un sueño? Comprende tu oscuridad, y ésta
se desvanecerá; entonces sabrás lo que es la luz. Comprende tu
pesadilla como tal pesadilla, y ésta cesará; entonces despertarás a la
realidad. comprende tus falsas creencias, y éstas perderán fuerzas;
entonces conocerás el sabor de la felicidad.
Si las personas desean tanto la felicidad, ¿por qué no intentan
comprender sus falsas creencias? En primer lugar, porque nunca las
ven como falsas, ni siquiera como creencias. De tal modo han sido
"programadas" que las ven como hechos, como realidad. en segundo
lugar, porque les aterra la posibilidad de perder el único mundo que
conocen: el mundo de los deseos, los apegos, los miedos, las presiones
sociales, las tensiones, las ambiciones, las preocupaciones, la
culpabilidad..., con los instantes de placer, de consuelos y de
entusiasmo que tales cosas proporcionan. Imagínate a alguien que
temiera liberarse de una pesadilla, porque, a fin de cuentas, fuera ése
el único mundo que conociera...: he ahí tu retrato y el de muchas otras
personas.
Si quieres obtener una felicidad duradera, has de estar dispuesto a
odiar a tu padre, a tu madre... y hasta tu propia vida, y a perder cuanto
posees. ¿De qué manera? No desprendiéndote de ello ni renunciando a
ello (porque, cuando renuncias a algo forzadamente, queda uno
vinculado a ello para siempre), sino, más bien, procurando verlo como
la pesadilla que en realidad es; y entonces, lo conserves o no, habrá
perdido todo dominio sobre ti y toda posibilidad de dañarte, y al fin te
habrás liberado de tu sueño, de tu oscuridad, de tu miedo, de tu
infelicidad...
Dedica, pues, un tiempo a tratar de ver tal como son cada una de las
cosas a las que te aferras: una pesadilla que, por una parte, te
proporciona entusiasmo y placer y, por otra, preocupación,
inseguridad, tensión, ansiedad, miedo, infelicidad...
El padre y la madre: una pesadilla. La mujer y los hijos, los hermanos y
hermanas: una pesadilla. Todas tus pertenencias: una pesadilla. Tu
vida, tal como es: una pesadilla. Cada una de las cosas a las que te
aferras y sin las que estás convencido de que no puedes ser feliz: una
pesadilla... Por eso odiarás a tu padre y a tu madre, a tu mujer y a tus
hijos, a tus hermanos y hermanas... y hasta tu propia vida. Por eso
deberás dejar todas tus pertenencias, es decir, dejarás de aferrarte a
ellas, y de este modo habrás destruido su capacidad de dañarte. Por
eso, finalmente, experimentarás ese misterioso estado que no puede
ser descrito con palabras: el estado de felicidad y una paz
permanentes. Y comprenderás cuán cierto es que quien deja de
aferrarse a sus hermanos y hermanas, a su padre, a su madre, a sus
hijos, a sus tierras y posesiones... recibe el ciento por uno y obtiene la
vida eterna.
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