miércoles, 12 de octubre de 2011
La fortaleza
Uno puede apegarse demasiado a un refugio, a una protección, pero eso no te brindará fortaleza. Esta siempre llega cuando te enfrentas a situaciones
duras, contrarias, que te distraen.
En la Antigüedad la gente solía irse a los
monasterios, al Himalaya, a cuevas remotas, donde alcanzaba una cierta paz.
Pero esa paz era barata, porque siempre que regresaba a las praderas, al
mundo, dicha paz de inmediato se hacía añicos. Era demasiado frágil y la gente
le tomaba miedo al mundo. De modo que se trata de una especie de escapatoria,
no de desarrollo.
En lo que insisto es en aprender a estar
solos, pero jamás te aferres demasiado a tu soledad, para que no pierdas la capacidad de relacionarte con otros. Aprende a meditar, pero no te vayas a un extremo. De modo que seas incapaz de amar. Estate en silencio, en paz,
quieto, pero no tes obsesiones con ello, de lo contrario no podrás enfrentarte al mundo, al mercado.
Es fácil permanecer en silencio cuando se
está solo. Cuesta guardar silencio cuando se está con gente, pero hay que
encarar esa dificultad. Una vez que estés en silencio con otras personas, lo habrás conseguido; entonces ya nada puede destruirlo.
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