martes, 21 de agosto de 2012

¿A Qué Llamamos “Dios”?


Empecemos por un pequeño cuento, con su toque de humor:
Un gato pasó casualmente junto a una asamblea de perros cuyo líder decía:
-¡Hermanos, recemos juntos y pidamos con fervor que el Gran Dios Perro nos envíe del cielo buenos y abundantes huesos!

El gato se alejó de allí, diciendo para sí:
-¡Estúpidos idolatras, ignorantes infieles!
¿Cómo es posible que le recen a ese dios de paganos y no al verdadero Gran Dios Gato,  cómo es posible que en vez de huesos no pidan ratones?

“Dios”: ¿Todos estamos nombrando lo mismo con esa palabra?
Alejandro Jodorowsky cuenta que cuando Maimónides escribió su libro Guía de los perplejos necesitó tres tomos para tratar de definir a Dios. Todo para llegar a la conclusión de que Dios es aquello de lo que nada se puede decir. Dios es el impensable, el innombrable. En el momento que nombramos a Dios, nos inventamos su sombra.
Es muy posible que Dios sea un reflejo de nuestro nivel de consciencia. Si tengo una consciencia infantil, le estaré siempre pidiendo a Dios, ya que la esencia de los niños es pedir. En cambio si mi consciencia es planetaria, cuando utilizo esa palabra será para dar…
Se nos dice que debemos someternos a la voluntad de Dios
Lo que sucede es que bajo esa sumisión, “Dios” acaba cargando con la mayoría de nuestras inhibiciones, cobardías y demás comodidades. Son las voces que emplea nuestro chantajista interior: No pudo, no debo, no está bien, no soy digno, no es para mí, no hace falta, es mejor así, hay que sacrificarse…
Pregunta a Alejandro Jodorowsky: Usted habla del “Dios interior” ¿Qué relación guarda ese Dios con el que tratan de enseñarnos las distintas religiones?
Ese Dios interior es el Dios de todas las religiones. Pero los dioses de todas las religiones no son el Dios interior. Éste no tiene definición sexual, ni nombre, ni dueño. Es innombrable, impensable y, por sobre de todo, aparentemente individual.
¿Qué es ese Dios interior?
Nuestro Dios interior es la suma del inconsciente y del supraconsciente; del pasado y del futuro; de los mensajes que nos llegan desde el mundo de los sueños y el lugar donde está la programación del Universo. Decimos también que el águila y la serpiente podrían significar el alma y el cuerpo, lo espiritual y lo material, la supraconsciencia y el inconsciente que deben fusionarse.
Tal vez cuando nos decidimos a crecer, sólo lo podemos hacer hacia nuestro Centro, Corazón, Grial, Caverna iniciática o Dios interior. Hacia ese centro escondido que aunque no vemos, sí podemos intuir.
Cristóbal Jodorowsky dice que el Dios interior es esa dimensión inmutable la que todos llevamos dentro. Nos vamos transformando, mutando, pero siempre conservamos esa condición original divina. Es la inmutabilidad, dentro de lo mutable.
¿Qué ventajas tiene conocerlo?
Quienes obtienen el más alto nivel de conciencia, y logran despertar al Dios interior, no necesitan arrancar orejas, ni esquivar ataques, ni presentar su segunda mejilla. Simplemente ignoran la violencia. Incluso para curar a un enfermo hay que ponerlo en relación con su “Dios interior” ya que en última instancia el sufrimiento es ignorancia.
¿Cómo es?
Poco importa la forma ni el tamaño, lo podemos considerar como un diamante, o joya. Al usarlo atajamos la angustia, paramos la autodestrucción y realizamos nuestros deseos. Ese diamante es un centro de energía descomunal
¿Dónde está?
Una monja francesa, respondió a Alejandro Jodorowsky, “si dios no está aquí, no está en ninguna parte”. Si las cosas no están aquí no están en ninguna parte, ¿si dios esta aquí? está aquí, sino no está, si el paraíso está en algún lado está aquí, sino no está en ninguna parte, ¿si el más allá? no hay más allá, hay más acá, aquí, todo está aquí.
¿Podemos mostrarlo con una metáfora?
Somos el violín. El Dios interior es el músico. Sin violinista no hay melodía. El violín no puede tocarse a sí mismo.
Es una metáfora poética, pero continúo sin comprenderlo del todo
Si tú estás vivo es porque tu hígado funciona, aparte de tus otras vísceras. ¿Qué hace funcionar tu hígado? ¿Dónde está la programación de tu muerte? ¿Dónde está el proceso de envejecimiento? Somos una máquina programada. El centro que nos programa se llama dios interior. Te puede dar vida y te puede matar. También puede ser demonio interior, si lo usas mal. Es una energía. Según cómo la uses, así es. Si la usas para tu construcción, es tu dios interior. Somos energía en acción. Dime qué energía usas y te diré cómo eres.
Dice usted que algunos aprendices de brujo cometen el error de creer que el “Dios interior” es su sirviente, ¿Por qué?
No soy dueño de mi Dios interior, sino que mi Dios interior es mi dueño. No lo puedo concebir: lo capto con mi corazón, lo siento en cada palpitación. Dejamos que nuestro Dios interior nos hable…estamos a la escucha
O como dice Cristóbal Jodorowsky: “No se trata de querer ser más sabio, santo o genio, creador o poderoso, lúcido, sino de convertirse en un canal abierto a la voluntad de la condición original en ti: el Dios interior.”
Nos apropiamos de aquellas cosas que nombramos, supongo que por ese motivo las distintas religiones (que consideran un Dios exterior) batallan por demostrar que el suyo es el único y genuino
Tenemos que dejar de pensar que Dios nos va a arreglar las cosas, y decir que si Dios construyó mal este universo, aquí estamos nosotros para rehacerlo. Si hay un Dios, estamos para ayudarlo. Así nos apoderamos del mundo y de nosotros mismos, haremos lo que queramos con plena consciencia y con plena responsabilidad. En este nivel de consciencia divina se encuentra el arte verdadero
Lo que el hombre tiene que conquistar está dentro, en su interior…todo lo que está en el exterior ya fue conquistado.
Miguel Ángel, uno de los artistas más grandes de todos los tiempos, decía que él no hacía estatuas, él solo las liberaba de la piedra sobrante que las envolvía. Una metáfora que podemos interpretar como que debemos investigar sobre nosotros mismos, buscar nuestra esencia, nuestro Dios interior.
Si voy siempre con mi Dios interior, ¿Qué sentido tienen los templos?
El mejor y más grande de los templos es nuestro propio cuerpo. Es magnífico, ya que ha sido digno de ser habitado por un Dios interior. Vivir nuestro cuerpo como un templo quiere decir limpiarlo por entero para que el alma se pueda desarrollar y el Dios interior pueda habitarlo y hablar.
Frases sabias:
“Gozan sin duda de la gracia de Dios aquellos que influyen positivamente en los demás. Alguna gracia llegan a alcanzar aquellos que influyen algo, incluso negativamente, pero no la alcanzan en absoluto aquellos que se niegan a influir, que pasan por la vida impertérritos” Imán Reza
“Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor”.  Ibn Arabí
“Dios no se aparece fácilmente dentro del corazón de un hombre que se siente dueño de sí mismo” Sri Ramakrishna
“No te hallé fuera, oh Señor, pues cometí el error de buscarte fuera cuando estabas dentro” San Agustín de Hipona
“Dios es belleza” San Francisco de Asís
Un cuento que muestre la conexión con nuestro Dios interior
La parábola del coche de carruajes:
He aquí un coche de carruajes a la carrera, arrastrado por cuatro briosos corceles. El dueño está alojado dentro del coche y se ha dormido. El lacayo, que está sentado en el cabestrante, se ha emborrachado. Nadie controla las riendas y gobierna a los caballos. Finalmente, el carruaje se precipita al abismo.
Vamos a relacionar esta parábola con el sistema de Alejandro Jodorowsky:
Esos cuatro caballos deberían avanzar en la misma dirección, guiados por el conductor del carruaje, que no tiene consciencia porque está borracho o lo que es lo mismo: ausente. Recordemos las funciones básicas de cada uno de esos cuatro corceles:
-Uno se encarga de la vida intelectual, los pensamientos…
-Otro está encargado de los sentimientos y emociones…
-Un tercer caballo nos conecta con el sexo, con la creatividad y con los deseos…(escribir sobre este caballo es el objeto de este trabajo)
-El último es el encargado de las necesidades corporales y materiales…
Volviendo sobre el carruaje, si cada uno de ellos avanza en una dirección diferente acabaremos desmembrados, o lo que es lo mismo, en el abismo.

Despertar al conductor es la solución, ya que con las riendas ejercería de puente entre los cuatro caballos y podría guiarlos. Ese conductor es el alma (Yo superior) y cuando la desarrollamos podemos conectar con el dueño dormido del carruaje, (Yo esencial) que tiene a su disposición al inconsciente y al supraconsciente.
El inconsciente nos puede ayudar de muchas maneras: con sueños, gente que nos hace regalos, nos manda mensajes en las formas más inesperadas. La meditación es una forma de acceder a ese manantial de riqueza interior.
El supraconsciente es un lugar luminoso que simboliza el futuro. Es el lugar donde está la programación del Universo. Si sólo miramos hacia allí, lo que hacemos es acumular: conocimientos, emociones, deseos y posesiones. Vivimos hacia el exterior

Si tenemos el conductor despierto (Yo superior), podemos sin peligro absorber los mensajes que vienen del dueño del carruaje o (Yo esencial) y convertir al inconsciente y al supraconsciente en nuestros aliados.
En ese momento nos hacemos más fuertes y al unir lo positivo con lo negativo viene la realización. Esta energía cuando está mal utilizada nos acaba destruyendo. Bien utilizada provoca dos ganadores y no un ganador y un perdedor.
El dueño del carruaje conecta con nuestro “Dios interior”. Debemos escucharlo y desobedecer a las leyes que nos inmovilizan. Nos conectamos con nosotros mismos siguiendo nuestras propias reglas y avanzamos sin miedo. Nuestro Dios interior jamás se puede equivocar.
Dice Jodorowsky que para lograr una conexión, tanto con el entorno como con nosotros mismos, tenemos que conocer los distintos planos del lenguaje. Cuando logramos que todo nuestro ser funcione en el mismo lenguaje, podemos sentirnos capaces de cambiar el mundo.

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