martes, 30 de octubre de 2012
El veneno del nacionalismo.
La expancion y el predominio de los valores sensuales crea necesariamente el veneno del nacionalismo, de las fronteras económicas, de los
gobiernos soberanos y del espíritu patriótico, todo lo cual excluye la cooperación
del hombre con el hombre y corrompe las relaciones humanas, que constituyen la
sociedad. La sociedad es la relación que une a los hombres entre si; y sin
entender profundamente esta relación, no en un determinado nivel, sino
integralmente, como un proceso total, tenemos que crear nuevamente la misma
clase de estructura social, aun cuando sea superficialmente modificada.
Si hemos de cambiar radicalmente nuestras relaciones humanas
actuales, que han traído indecible miseria al mundo, nuestra única e inmediata
tarea es transformarnos nosotros mismos por el autoconocimiento. Así volvemos
al punto central, que lo constituye el yo; pero esquivamos ese punto y pasamos
la responsabilidad a los gobiernos, a las religiones y a las ideologías. El
gobierno es lo que somos nosotros; las religiones y las ideologías no son sino
proyecciones de nosotros mismos; y a menos que cambiemos fundamentalmente, no
puede haber ni verdadera educación ni un mundo pacífico.
La seguridad externa para todos será una realidad cuando haya amor
e inteligencia; y puesto que hemos creado un mundo de conflictos y de miserias,
en el cual la seguridad externa se está volviendo rápidamente imposible para
todos, ¿no indica esto la completa futilidad de la educación pasada y presente?
Nuestra responsabilidad directa como padres y maestros es abandonar el método
tradicional de pensar, y no depender meramente de los expertos y sus
investigaciones. La eficiencia técnica nos ha dado cierto grado de capacidad
para ganar dinero, y es por eso que la mayoría de nosotros estamos satisfechos
con la estructura social del presente; pero el verdadero educador está
interesado sólo en, el recto vivir, en la verdadera educación y en los
procedimientos más correctos de ganar el total sustento diario.
Mientras más irresponsables seamos en estas cuestiones, más
intervención tendrá el Estado en la responsabilidad total. Nos estamos
enfrentando, no con una crisis política o religiosa, sino con una crisis de
deterioro humano, que ningún partido político ni sistema económico puede
impedir.
Otro desastre más grande todavía se aproxima peligrosamente, y la
mayoría de nosotros no hace nada para evitarlo. Seguimos nuestro curso día tras
día, como lo hemos hecho anteriormente: no queremos despojarnos de nuestros
falsos valores y empezar de nuevo. Queremos hacer una reforma de retazos, que
sólo nos conduce a problemas que requieren más reformas. Pero el edificio se
nos está desmoronando; las paredes están cediendo y el fuego lo está
destruyendo. Debemos abandonar el edificio y comenzar a construir sobre un
solar nuevo con diferentes cimientos y con diferentes valores.
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