martes, 13 de noviembre de 2012

La carga psicológica del sexo


Como otros problemas humanos, el problema de nuestras pasiones y de nuestros impulsos sexuales es complejo y difícil; y si el educador no ha profundizado en él y no ha visto sus muchas complicaciones, ¿cómo es posible que ayude a los que educa? Si el padre o el maestro es víctima de los disturbios del sexo, ¿cómo puede guiar al niño? ¿Podemos ayudar a los niños si nosotros mismos no entendemos el significado de todo el problema? La manera en que el educador imparte una comprensión del sexo depende del estado de su propia mente; depende de que él sea medianamente desapasionado o de que esté consumido por sus propios deseos.

Ahora bien; ¿por qué es el sexo, para la mayor parte de nosotros, un problema lleno de confusión y de conflicto? ¿Por qué se ha convertido en un factor dominante de nuestras vidas? Una de las principales razones es que no somos creadores, y no somos creadores porque toda nuestra cultura social y moral, como también nuestros métodos educativos, están basados en el desarrollo del intelecto. La solución de este problema del sexo descansa en la comprensión de que la creación no ocurre mediante el funcionamiento del intelecto. Por el contrario, hay creación solamente cuando el intelecto está en reposo.
El intelecto, la mente como tal, puede sólo repetir, recordar; hilvana constantemente nuevas palabras y reorganiza las viejas; y como la mayor parte de nosotros sentimos y adquirimos experiencias sólo a través del cerebro, vivimos exclusivamente de palabras y de repeticiones mecánicas. Indudablemente, esto no es creación; y puesto que no somos creadores, el único medio de creación que nos queda es el sexo. El sexo es cuestión de la mente, y todo lo que es de la mente, si no se realiza, causa frustración.
Nuestras ideas, nuestras vidas, son brillantes, áridas, huecas, vacías; emocionalmente estamos hambrientos, religiosa e intelectualmente somos torpes, nos repetimos con frecuencia; social, política y económicamente estamos regimentados, dominados. No somos felices, ni vitales ni gozosos; en el hogar, en los negocios, en la iglesia, en la escuela, nunca sentimos el estado creador; no hay descanso profundo en nuestro diario pensar y actuar. Presionados por todas partes, naturalmente el sexo es la única salida, la única experiencia que se busca una y otra vez porque ofrece momentáneamente el estado de felicidad que resulta de la ausencia del yo. No es el sexo lo que constituye un problema, sino el deseo de volver a captar el estado de felicidad que consiste en alcanzar y conservar el placer, ya sea sexual o de otra clase cualquiera.
Lo que en realidad buscamos es la intensa pasión del olvido de nosotros mismos, esta identificación con algo en que nos podamos diluir completamente. Puesto que el yo es pequeño, insignificante y una fuente de dolor, consciente o inconscientemente, queremos desaparecer en la excitación individual o colectiva, en los pensamientos elevados, o en alguna forma grosera de sensación.
Cuando procuramos escapar del yo, los medios de escaparnos son muy importantes, y entonces ellos también se convierten en problemas dolorosos. A menos que investiguemos y entendamos los obstáculos que impiden la vida creativa, que es la libertad del yo, no podremos entender el problema del sexo.

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