martes, 22 de enero de 2013
La farsa de la caridad
La caridad es realmente el amor propio disfrazado de altruismo. Usted
dice que es muy difícil aceptar que puede haber ocasiones en que
usted no está realmente tratando de ser amoroso o confiado.
Simplifiquémoslo lo más posible. Hagámoslo tan brusco y tan extremo
como sea posible, al menos para empezar. Hay dos tipos de egoísmo.
el primer tipo es el que consiste en la busqueda del placer y evitar el dolor.
El segundo tipo es el que
consiste de darme el placer de agradar a los demás. Éste sería un tipo
más refinado de egoísmo.
El primero es muy obvio, pero el segundo está oculto, muy oculto, y
por eso es más peligroso, porque llegamos a pensar que realmente
somos maravillosos. Pero, al fin y al cabo, tal vez no seamos tan
maravillosos.
Usted, señora, dice que, en su caso, vive sola, y que va a la parroquia
y dedica varias horas de su tiempo.
Pero también admite que lo hace
por una razón egoísta - Usted necesita que la necesiten - y usted
también sabe que necesita que la necesiten de una manera que haga
sentir que está contribuyendo con algo al mundo. Pero también admite
que, como ellos también la necesitan, es un intercambio.
¡Usted está a punto de entender! Tenemos que aprender de usted. Eso
es lo correcto. Usted dice: "Doy algo, recibo algo".
Está en lo cierto.
Voy a ayudar, doy algo, recibo algo. eso es bello. eso es verdad, eso es
real. Eso no es caridad, eso es el amor propio ilustrado.
Y usted, señor, usted señala que en el fondo, el Evangelio de Jesús es
un evangelio del egoísmo. Logramos la vida eterna por nuestros actos
de caridad. "Venid, benditos de mi padre. Cuando tuve hambre me
disteis de comer... etc.". Usted dice que eso confirma lo que dije.
Cuando miramos a Jesús, dice usted, vemos que en el fondo sus actos
de caridad fueron fundamentalmente actos de egoísmo, ganar almas
para la vida eterna. Y usted ve eso como todo el impulso y el
significado de la vida: el logro del egoísmo por medio de los actos de
caridad
Muy bien, pero vea usted: Usted está haciendo algo de trampa porque
trajo la religión a este asunto. Eso es legítimo.
Es válido. Pero ¿que tal
si hablo de los Evangelios, de la Biblia, de Jesús, hacia el final de este
retiro? Por ahora diré esto para complicarlo aún más. "Tuve hambre y
me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber", y ¿ellos que
responden? ¿ cuando? ¿cuando lo hicimos? ¡No lo sabíamos!. ¡No
tenían consciencia de ello! A veces tengo una horrible fantasía en la
que el Rey dice:
- Tuve hambre y me disteis de comer.
Y la gente que está a la derecha dice:
- Así es señor, nosotros lo sabemos.
- No les estaba hablando a ustedes - les dice el Rey- No es así; ustedes
no debían saberlo.
¿No les parece interesante? Pero ustedes saben. Ustedes conocen el
placer interior cuando hacen obras de caridad. ¡Ajá! ¡Así es! Es lo
opuesto de alguien que dice: "¿Qué tenía de extraordinario lo que hice?
Hice algo, obtuve algo. No tenía ni idea de que estaba haciendo algo
bueno. Mi mano izquierda no sabía lo que estaba haciendo mi mano
derecha".
Miren: Un bien nunca es tan bueno como cuando usted no
sabe que es bueno. O como diría el gran Sufí: "Un santo es santo hasta
que lo sabe".
Algunos de ustedes objetan esto, Ustedes dicen: " ¿No es el placer que
recibo cuando doy, no es eso la vida eterna aquí y ahora?" No sabría
decir. Yo llamo al placer, placer, y nada más. Al menos por el
momento, hasta que hablemos de la religión, posteriormente. Pero
quiero que comprendan algo desde el principio: que la religión no está
- repito: no está- necesariamente conectada con la espiritualidad. Por
favor, mantengan la religión fuera de esto por ahora.
Muy bien, ustedes preguntan: ¿Qué decir del soldado que cae sobre
una granada para evitar que ésta hiera a otros? ¿ y qué decir del
hombre que se subió a un camión lleno de dinamita y lo llevó hasta el
campo Norteamericano en Beirut? ¿Qué decir de él? "No hay amor más
grande que éste". Pero los Norteamericanos no lo consideraban así. Lo
hizo deliberadamente. Era un hombre extraordinario. ¿no es cierto?
pero les aseguro que él no pensaba lo mismo. Él creía que se iría al
cielo. Así es. Lo mismo que el soldado que cayó sobre la granada.
Estoy tratando de llegar a visualizar una acción en la que no esté el
ego, en la que usted esté despierto y lo que hace, lo haga a través de
usted. En ese caso, su acción se convierte en una celebración. "Hágase
en mí". No estoy excluyendo eso. Pero cuando usted lo hace, estoy
buscando el egoísmo. Aunque sea solamente: " Me recordarán como
un gran héroe", o " Yo no podría vivir si no lo hiciera. No podría vivir
con el pensamiento de que huí". Pero recuerden, no estoy excluyendo
el otro tipo de acción. Nunca dije que no hubiera ninguna acción en la
que no esté el ego. Tal vez la haya.
Tendremos que explorar eso. Una
madre que salva a un niño - que salva a su hijo, dicen ustedes. Pero ¿a
qué se debe que no salve al hijo de su vecina? Es el suyo. Es el soldado
que muere por su país. Muchas de estas muertes me inquietan. Me
pregunto: "Son ellas el resultado de un lavado de cerebro? Los mártires
me inquietan. Creo que con frecuencia les lavaron el cerebro. A los
mártires Musulmanes, a los mártires hindúes, a los mártires budistas, a
los mártires cristianos ¡Les lavaron el cerebro!.
Ellos tienen la idea de que deben morir, de que la muerte es una gran
cosa. No sienten nada, van derecho. Pero no todos ellos, de modo que
escúchenme bien. No dije que todos ellos, pero tampoco excluiría la
posibilidad. A muchos comunistas les lavan el cerebro (ustedes están
dispuestos a creerlo). Tanto les lavan el cerebro que están dispuestos a
morir. A veces pienso que el proceso que usamos para producir, por
ejemplo, a un San Francisco Javier, podría ser exactamente el mismo
proceso utilizado para producir terroristas. Un hombre podría hacer un
retiro espiritual de treinta días, y salir de él inflamado de amor a Cristo,
y sin embargo, sin la menor consciencia de sí mismo. Ni la más mínima.
Podría hacer sufrir, se cree santo.
No pretendo hablar mal de Francisco
Javier, quien posiblemente era un gran santo, pero era difícil vivir con
él. Ustedes saben que era un superior terrible, ¡realmente lo era! hagan
una investigación histórica. Ignacio siempre tenía que intervenir para
deshacer el daño que este buen hombre hacía por su intolerancia. Hay
que ser bastante intolerante para lograr lo que él logró. Adelante,
adelante, adelante, adelante, sin importar cuántos cadáveres quedaban
a la vera del camino. Algunos críticos de Francisco Javier defienden
exactamente eso. Acostumbraba expulsar a los hombres de nuestra
Compañía, y ellos apelaban a Ignacio, quien les decía: "Venga a Roma
y conversaremos". Y, a hurtadillas, Ignacio volvía a recibirlos. ¿Qué
tanta consciencia había en esta situación? Quienes somos para juzgar,
no lo sabemos.
No estoy diciendo que no haya motivaciones puras. Estoy diciendo que
ordinariamente todo lo que hacemos es en nuestro propio interés.
Todo. Cuando usted hace algo por amor a Cristo, ¿es eso egoísmo? Si.
Cuando hace algo por amor a alguien, lo hace por su propio interés.
Tendré que explicarlo: Imagínese que usted vive en Fénix y que
alimenta a más de quinientos niños todos los días. ¿Lo hace sentirse
bien? ¿Acaso esperaría que lo hiciese sentirse mal? Pero a veces
ocurre. Y ello se debe a que algunas personas hacen cosas para no
sentirse mal. Y llaman a esto caridad. Actúan por sentimiento de culpa.
eso no es amor. Pero a Dios gracias, usted hace las cosas por la gente,
y eso le parece agradable. ¡Maravilloso! Usted es un individuo sano
porque actúa en su propio interés. eso es sano.
Resumiré lo que estaba diciendo sobre la caridad sin egoísmo: Dije que
había dos tipos de egoísmo; tal vez debiera haber dicho tres. El
primero es cuando me doy el gusto de darme gusto; el segundo es
cuando me doy el gusto de agradar a los demás. Uno no debe
enorgullecerse de eso; no debe creerse una gran persona; es una
persona muy ordinaria, pero tiene gustos refinados. sus gustos son
buenos, no la calidad de su espiritualidad. Cuando era niño, le gustaba
la Coca- Cola, ahora es mayor y le gusta la cerveza fría en un día
caluroso. Ahora tiene mejor gusto. Cuando era niño le encantaban los
chocolates; ahora que es mayor le gusta una sinfonía, le gusta un
poema.
Tiene mejor gusto. Pero de todas maneras, está obteniendo su
propio placer, con la diferencia de que ahora se trata del placer de
agradar a los demás. Luego está un tercer tipo, que es el peor, cuando
uno hace algo bueno para no sentirse mal. Lo detesta, está haciendo
sacrificios por amor, pero se queja. ¡Ah! Que poco se conoce a sí
mismo si cree que o hace las cosas de esta manera.
Si me dieran un dólar cada vez que hago cosas que me hacen sentirme
mal , sería millonario. Ustedes saben cómo es:
-¿Podría conversar con usted esta noche, padre?
- Sí, ¡por supuesto!
No quiero conversar con él y odio hacerlo. Quiero ver ese programa de
televisión esta noche, pero ¿cómo le digo que no? No tengo el valor
para decirle que no. "Por supuesto", y estoy pensando: "¡Dios mío y
ahora tengo que aguantármelo!".
Conversar con él no me hace sentirme bien, y no me hace sentir bien
decirle que no, de modo que escojo el menor de los males, y le digo:
"Muy bien, por supuesto". Me voy a sentir feliz cuando esto se acabe y
pueda dejar de sonreírle, pero inicio la sesión con él.
-¿Cómo está usted?
- Maravillosamente - dice, y habla y habla sobre cómo le ha gustado
este seminario.
Y yo pienso: "Oh, Dios, ¿cuándo irá al grano?" por fin se concreta el
asunto, y yo, metafóricamente, lo estrello contra la pared; le digo:
- Bueno, cualquier idiota podría solucionar ese problema
- Y lo despido.
"¡Al fin me libré de él", digo. Y a la mañana siguiente, durante el
desayuno (porque lamento haber sido tan descortés) me le acerco y le
digo:
-¿Cómo van las cosas?
- Bastante bien, contesta, y luego agrega: Mire, lo que me dijo anoche,
realmente me ayudó. ¿Podemos volver a conversar después del
almuerzo?
¡Dios Mío!
Ése es el peor tipo de caridad, cuando uno hace algo para no sentirse
mal. No tiene el valor de decir que no quiere que lo molesten. ¡Quiere
que la gente piense que es un buen sacerdote! Cuando alguien
manifiesta: " A mí no me gusta lastimar a la gente", yo le digo: " ¡No
me diga! No se lo creo". No le creo a nadie que diga que no le gusta
lastimar a la gente. Nos encanta lastimar a la gente, especialmente a
algunas personas. Nos encanta. Y cuando es otra persona la que
lastima a alguien, nos regocijamos. Pero no queremos nosotros mismos
lastimar a otros ¡porque eso nos lastima a nosotros! Ahí lo tienen. Si
somos nosotros los que lastimamos, los demás pensarán mal de
nosotros. No nos apreciarán, Hablarán contra nosotros y eso ¡no nos
gusta!
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
AVISO LEGAL: Todo el material publicado o reproducido en este sitio web tiene como único fin difundir conocimiento y valores culturales. Bajo ningún concepto persiguen fines lucrativos, prohibiéndose expresamente su copiado para uso comercial. Solo se reproduce material al que es posible acceder de manera libre, pública y gratuita en distintos blogs, webs, sitios y lugares de Internet. Si algún autor o compositor, representante legal o sus derechos habientes considera que la exposición de algún material en particular afecta sus derechos de autor, rogamos comunicárnoslo a fin de proceder a su retiro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario