sábado, 30 de marzo de 2013
La sabiduría de la naturaleza.
Observa la sabiduría que se manifiesta en las palomas, en las flores, en
los árboles y en toda la naturaleza. Es la misma sabiduría que hace por
nosotros lo que nuestro cerebro es incapaz de hacer: que circule
nuestra sangre, que funcione nuestro aparato digestivo, que lata
nuestro corazón, que se dilaten nuestros pulmones, que se inmunice
nuestro organismo y que curen nuestras heridas, mientras nuestra
mente consciente se ocupa de otros asuntos.
Esta especie de sabiduría
natural es algo que apenas estamos empezando a descubrir en los
llamados "pueblos primitivos", tan sencillos y sabios como las palomas.
Nosotros, en cambio, que nos consideramos mas avanzados, hemos
desarrollado otra clase de sabiduría, la astucia del cerebro, porque
hemos constatado que podemos perfeccionar la naturaleza y
procurarnos una seguridad, una protección, una duración de vida, una
velocidad y un bienestar insospechados para los pueblos primitivos.
todo ello gracias a un cerebro plenamente desarrollado. el desafío que
se nos presenta consiste, pues, en recobrar la sencillez y la sabiduría
de la paloma sin perder la astucia de nuestro cerebro serpentino.
¿Cómo podemos lograrlo? Comprendiendo algo sumamente
importante, a saber, que siempre que nos esforzamos por perfeccionar
la naturaleza yendo contra ella, estamos dañándonos a nosotros
mismos, porque la naturaleza es nuestro mismo ser. es como si tu
mano derecha luchara contra tu mano izquierda, o tu pie derecho
pisara tu pie izquierdo: ambas manos o ambos pies saldrían perdiendo
y, en lugar de ser creativo y activo y eficaz, te verías encerrado en un
permanente conflicto.
Así es como está la mayoría de las personas en
el mundo. Échales un vistazo: están como muertas, carentes de
creatividad, bloqueadas, porque se hallan en conflicto con la
naturaleza, tratando de perfeccionarse a base de ir contra las
exigencias de la misma. En cualquier conflicto entre la naturaleza y tu
cerebro, trata de apoyar a aquella; si la combates, acabará
destruyéndote.
El secreto, por tanto, consiste en perfeccionar la
naturaleza en armonía con ella. Pero ¿cómo puedes alcanzar dicha
armonía?
En primer lugar, piensa en un cambio que deseas realizar en tu vida o
en tu personalidad. ¿Estás tratando de forzar ese cambio en tu
naturaleza a base de esfuerzo y de desear ser algo que tu ego ha
proyectado? He aquí la serpiente en pugna con la paloma. ¿O te
contentas, por el contrario, con observar, comprender y ser consciente
de tu situación y tus problemas actuales, sin forzar las cosas que tu ego
desea, dejando que la realidad efectúe los cambios de acuerdo con los
planes de la naturaleza y no con tus propios planes? si es así, entonces
posees el perfecto equilibrio entre la serpiente y la paloma. Echa, pues,
un vistazo a algunos de esos problemas tuyos y de esos cambios que
deseas que se produzcan en ti, y observa cuál es tu proceder al
respecto. Mira cómo tratas de provocar el cambio - tanto en ti como en
los demás- a base de emplear el castigo y la recompensa, la disciplina y
el control, la represión y la culpa, la codicia y el orgullo, la ambición y la
vanidad..., en lugar de hacerlo mediante la acepción amorosa y la
paciencia, la comprensión laboriosa y la consciencia vigilante.
En segundo lugar, piensa en tu cuerpo y compáralo con un animal en
su hábitat natural.
El animal nunca tiene exceso de peso, y sólo está en
tensión antes de luchar o volar. Jamás come ni bebe lo que no es
bueno para él. Se ejercita y descansa cuanto necesita. No se expone
más ni menos de lo debido a los elementos naturales (el viento, el sol,
la lluvia, el frío o el calor). Y ello se debe a que el animal escucha su
propio cuerpo y se deja guiar por la sabiduría del mismo. Compáralo
con tu estúpida astucia. Si tu cuerpo pudiera hablar, ¿qué diría?
Observa la codicia, la ambición, la vanidad y el deseo de aparentar y de
agradar a los demás que te hacen ignorar la voz de tu propio cuerpo,
mientras corres tras objetivos que te propone tu ego. Verdaderamente,
has perdido la sencillez de la paloma.
En tercer lugar, pregúntate cuál es el contacto que tienes con la
naturaleza, con los árboles, la tierra, la hierba, el cielo, el viento, la
lluvia, el sol, las flores, las aves y demás animales... ¿Cuál es tu grado
de exposición a la naturaleza? ¿Hasta qué punto comulgas con ella, la
observas, la contemplas con asombro, te identificas con ella...? Cuando
tu cuerpo está demasiado alejado de los elementos, se marchita, se
vuelve fofo y frágil, porque ha quedado aislado de su fuerza vital.
Cuando estás demasiado alejado de la naturaleza, tu espíritu se seca y
muere, porque ha sido violentamente separado de sus raíces.
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