jueves, 21 de marzo de 2013
¿ Ser feliz o desdichado ?
Imagina que tienes un receptor de radio que, por mucho que gires el
dial, sólo capta una emisora. Por otra parte, no puedes controlar el
volumen: unas veces, el sonido apenas es audible; otras, es tan fuerte
que te destroza los tímpanos. Y , además, es imposible apagarla y,
aunque a veces suena bajo, de pronto se pone a sonar
estruendosamente cuando lo que quieres es descansar y dormir.
¿Quién puede soportar una radio que funciona de semejante modo? Y,
sin embargo, cuando tu corazón se comporta de un modo parecido, no
sólo lo soportas sino que lo consideras normal y hasta humano.
Piensa en las numerosas veces que te has visto zarandeado por tus
emociones, que has sufrido accesos de ira, de depresión, de angustia,
cuando tu corazón se ha empeñado en conseguir algo que no tenías, o
en aferrarte a algo que poseías, o en evitar algo que no deseabas.
Estabas enamorado, por ejemplo, y te sentías rechazado o celoso; de
pronto, toda tu mente y tu corazón empezaron a centrarse
exclusivamente en este hecho, y el banquete de la vida se troncó en
cenizas en tu boca. O estabas empeñado en ganar las elecciones, y el
fragor del combate te impedía escuchar el canto de los pájaros: tu
ambición ahogaba cualquier sonido que pudiera "distraerte". O te
enfrentabas a la posibilidad de haber contraído una grave enfermedad,
o a la pérdida de un ser querido, y te resultaba imposible concentrarte
en cualquier otra cosa...en suma, en el momento en que te dejas
atrapar por un apego, deja de funcionar ese maravilloso aparato que
llamamos "corazón humano".
si deseas reparar tu aparato de radio,
tienes que estudiar radioelectrónica. Si deseas reformar tu corazón,
tienes que tomarte tiempo para pensar seriamente en cuanto a
verdades libertadoras. Pero antes elige algún apego que te resulte
verdaderamente inquietante, algo a lo que estés aferrado, algo que te
inspire temor, algo que ansíes vehementemente... y ten presente ese
apego mientras escuchas tales verdades.
Primera verdad: debes escoger entre tu apego y la felicidad. No puedes
tener ambas cosas. en el momento en que adquieres un apego, tu
corazón deja de funcionar como es debido, y se esfuma tu capacidad
de llevar una existencia alegre, despreocupada y serena. Comprueba
cuán verdadero es esto si lo aplicas al apego que has elegido.
Segunda verdad: ¿de dónde te vino ese apego? No naciste con él, sino
que brotó de una mentira que tu sociedad y tu cultura te han contado,
o de una mentira que te has contado tú a ti mismo, a saber, que sin tal
cosa o tal otra, sin esta persona o la de más allá, no puedes ser feliz.
Simplemente, abre los ojos y comprueba la falsedad de semejante
aserto. Hay centenares de personas que son perfectamente felices sin
esa persona o esa circunstancia que tu tanto ansías y sin la cual estás
convencido de que no puedes ser feliz. Así pues, elige entre tu apego y
tu libertad y felicidad.
Tercera verdad: si deseas estar plenamente vivo, debes adquirir y
desarrollar el sentido de la perspectiva . La vida es infinitamente más
grande que esa nimiedad a la que tu corazón de ha apegado y a la que
tú has dado el poder de alterarte de ese modo. Una nimiedad, si,
porque si vives lo suficiente, es muy fácil que algún día esa cosa o
persona dejen de importarte... y hasta puede que ni siquiera te
acuerdes de ella, como podrás comprobar por tu experiencia. Hoy
mismo, apenas recuerdes aquellas tremendas tonterías que tanto te
inquietaron en el pasado y que ya no te afectan en lo más mínimo.
Y llegamos a la cuarta verdad, que te lleva a la inevitable conclusión de
que ninguna cosa o persona que no seas tú tiene el poder de hacerte
feliz o desdichado. seas o no consciente de ello, eres tú, y nadie más
que tú, quien decide ser feliz o desdichado, según te aferres o dejes de
aferrarte al objeto de tu apego en una situación dada.
Si reflexionas sobre estas verdades, puede que tomes consciencia de
que tu corazón se resiste a ellas o que, por el contrario, busca razones
en su contra y se niega a tomarlas en consideración. Será señal de que
tus apegos no te han hecho sufrir lo bastante como para desear
realmente reparar tu "radio espiritual". También es posible que tu
corazón no se resista a dichas verdades; en tal caso, alégrate de ello:
es señal de que el arrepentimiento, la "remodelación" de tu corazón, ha
comenzado, y de que, al fin, el reino de Dios - la vida
reconfortantemente despreocupada de los niños- se ha puesto a tu
alcance, y q
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