sábado, 23 de marzo de 2013
Las Gruesas capas de resistencia y condicionamientos.
Imagínate a una persona gordísima y grasienta. En algo así puede
llegar a convertirse tu mente: en algo tan gordo y grasiento, tan
pesado y lento, que sea incapaz de pensar, de observar, de explorar,
de descubrir...
Mira a tu alrededor y verás cómo la mayoría de las
mentes están así: torpes, dormidas, protegidas por "capas de grasa",
deseando no ser molestadas ni sacudidas de su modorra.
¿Que son esas "capas de grasa"? Son tus creencias, las conclusiones a
que has llegado acerca de personas y cosas, tus hábitos y tus apegos.
Tus años de formación deberían haberte servido para eliminar esas
"capas" y liberar tu mente. En cambio tu sociedad y tu cultura, que han
recubierto tu mente con dichas adiposidades, te han enseñado a no
verlas siquiera, a refugiarte en el sueño y a dejar que otras personas -
los expertos: los dirigentes políticos, culturales y religiosos - piensen
por ti.
De ese modo, han conseguido abrumarte con el peso de una
autoridad y una tradición intangibles e incontestables.
Veamos esas "capas" una por una. La primera son tus creencias. Si tu
manera de vivir viene determinada por tu condición de comunista o de
capitalista, de musulmán o de judío, estarás experimentando la vida de
un modo parcial y sesgado; hay entre ti y la realidad una barrera, una
"capa de grasa" que te impide ver y tocar directamente dicha realidad.
La segunda "capa" la constituyen tus ideas. Si te aferras a una idea
acerca de alguna persona, entonces ya no amas a esa persona, sino
que amas tu idea acerca de ella. Cuando la ves hacer o decir algo, o
comportarse de una determinada manera, le pones una etiqueta: "es
tonta", "es torpe", "es cruel", "es simpática"... Y entonces ya has
puesto una pantalla, una "capa de grasa" entre ti y esa persona; y
cuando vuelvas a encontrarte con ella, la verás en función de esa idea
que te has formado, aun cuando ella haya cambiado.
Observa cómo es
precisamente esto lo que has hecho con casi todas las personas que
conoces.
La tercera "capa" son los hábitos. El hábito o la costumbre es algo
esencial en la vida humana. no podríamos caminar, hablar o conducir
un auto si no tuviéramos el hábito de hacerlo. Pero los hábitos deben
limitarse al ámbito de las cosas "mecánicas", y no deberían invadir los
terrenos del amor o de la visión. A nadie le gusta ser amado "por
costumbre". No te has sentado nunca a la orilla del mar, hechizado por
la majestad y el misterio del océano? El pescador mira todos los días el
océano sin caer en cuenta de su grandeza. ¿por qué? Por el efecto
embotador de una "capa de grasa" llamada "hábito". Te has formado
una idea estereotipada acerca de todas las cosas que ves y, cuando
tropiezas con ellas, no eres capaz de verlas en toda su cambiante
novedad y frescor; lo único que ves es la misma idea insípida, espesa y
aburrida que te has habituado a tener de ellas. Y así es como tratas y
te relacionas con las personas y las cosas: sin frescor ni novedad de
ningún tipo, sino de esa forma torpe y rutinaria generador la
costumbre.
Eres incapaz de mirar de una manera más creativa, porque,
al haber adquirido el hábito de tratar con el mundo y con la gente,
puedes activar el "piloto automático" de tu mente e irte a dormir.
La cuarta "capa", formada por tus apegos y tus miedos, es la más fácil
de ver. Recubre con una espesa capa de apego o de miedo (y de
aversión, por consiguiente) cualquier cosa o persona, y en ese mismo
instante dejarás de ver a esa cosa o persona como realmente es. Y
para comprobar cuán cierto es esto, basta con que recuerdes a algunas
de las personas que te desagradan o temes, o a las que te sientes
apegado.
¿Ves ahora hasta qué punto estás encerrado en una prisión creada por
las creencias y tradiciones de tu sociedad y tu cultura y por las ideas,
prejuicios, apegos y miedos producidos por tus experiencias pasadas?
Hay una serie de muros que rodean tu prisión, de forma que te resulta
casi imposible evadirte de ella y entrar en contacto con toda la riqueza
de vida y de amor que hay en el exterior. Y, sin embargo, lejos de ser
imposible, es realmente fácil y grato. ¿Qué hay que hacer? Cuatro
cosas:
Primera: reconoce que estás encerrado entre los muros de una prisión
y que tu mente se ha quedado dormida.
A la mayoría de las personas
ni siquiera se les ocurre verlo, por lo que viven y mueren
"encarceladas". Y la mayoría también acaba siendo conformista y
adaptándose a la vida de dicha prisión. Algunos salen "reformados" y
luchan por unas mejores condiciones de vida en la prisión: una mejor
iluminación, una mejor ventilación... Y casi nadie se decide a ser un
rebelde, un revolucionario que eche abajo los muros de la prisión. Sólo
podrás ser revolucionario cuando consigas ver, antes que nada, dichos
muros.
Segunda: contempla los muros; emplea horas enteras simplemente en
observar tus ideas, tus hábitos, tus apegos, tus miedos, sin emitir juicio
ni condena de ningún tipo. Limítate a mirarlos, y se derrumbarán.
Tercera: emplea también algún tiempo en observar las cosas y
personas que te rodean. Mira, como si lo hicieras por primera vez, el
rostro de un amigo, una hoja, un árbol, el vuelo de un pájaro, el
comportamiento y las peculiaridades de las personas que te rodean...
Mira todas esas cosas de veras, y seguro que habrás de verlas tal como
son en realidad, sin el efecto embotador y deformante de tus ideas y
hábitos.
Cuarta (y más importante): siéntate tranquilamente y observa cómo
funciona tu mente, de la que brota sin cesar un flujo de pensamientos,
sensaciones y reacciones. Dedica largos ratos a observarlo todo ello del
mismo modo en que contemplas un río o una película. No tardarás
mucho en descubrir que es aún más interesante, vivificante y liberador.
Después de todo, ¿acaso puedes afirmar que estás vivo si ni siquiera
eres consciente de tus propios pensamientos y reacciones? Se dice que
la vida inconsciente no merece ser vivida. Podría afirmarse que ni
siquiera puede ser llamada "vida", porque es una existencia mecánica,
de "robot"; porque se parece más al sueño, a la falta de sentido, a la
muerte... y sin embargo, es esto lo que la gente llama "vida humana".
Así pues, mira, observa, examina, explora... y tu mente se hará viva,
eliminará su "grasa" y se tornará perspicaz, despierta y activa. Los
muros de tu prisión se desplomarán hasta que no quede piedra sobre
piedra, y tú te verás agraciado con la visión nítida y sin obstáculos de
las cosas tal como son, con la experiencia directa de la realidad.
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