jueves, 7 de marzo de 2013
Ya eres feliz, pero no lo sabes.
¿Qué puede hacerse para alcanzar la felicidad? No hay nada que ni tú ni cualquier otro puedas hacer. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que
ahora mismo ya eres feliz, ¿y cómo vas a adquirir lo que ya tienes?
Pero, si es así ¿Por qué no experimentas esa felicidad que ya posees?
Pues, simplemente, porque tu mente no deja de producir infelicidad.
Arroja esa infelicidad de tu mente, y al instante aflorará al exterior la
felicidad que siempre te ha pertenecido. ¿Y cómo se arroja fuera la
infelicidad? descubre qué es lo que la origina y examina la causa
abiertamente y sin temor: la infelicidad desaparecerá automáticamente.
Ahora bien, si te fijas como es debido, verás que hay una sola cosa que
origina la infelicidad: el apego. ¿Y qué es el apego? Es un estado
emocional de vinculación compulsiva a una cosa o persona
determinada, originado por la creencia de que sin esa cosa o persona
no es posible ser feliz. Tal estado emocional se compone de dos
elementos; uno positivo y otro negativo. El el momento positivo es el
fogonazo de placer y la emoción el estremecimiento que experimentas
cuando logras aquello a lo que estás apegado. El elemento negativo es
la sensación de amenaza y de tensión que siempre acompaña al apego.
Imagínate a alguien encerrado en un campo de concentración y que no
deja de engullir comida: con una mano se lleva la comida a la boca,
mientras que con la otra protege la comida restante de la codicia de
sus compañeros de encierro, que tratarán de arrebatársela en cuanto
baje la guardia. He aquí la imagen perfecta de la persona apegada. Por
su propia naturaleza, el apego te hace vulnerable al desorden
emocional y amenaza constantemente con hacer añicos tu paz. ¿Cómo
puedes esperar, entonces, que una persona apegada acceda a ese
océano de felicidad que llamamos el "Reino de Dios"? ¡es como esperar
que un camello pase por el ojo de una aguja!.
Ahora bien, lo verdaderamente trágico del apego es que, si no se
consigue su objeto, origina infelicidad; y si se consigue, no origina
propiamente la felicidad, sino que simplemente produce un instante de
placer, seguido de las preocupación y el temor de perder dicho objeto.
Dirás: "Entonces, ¿no puedo tener ni un solo apego?" Por supuesto que
sí. Puedes tener todos los apegos que quieras. Pero por cada uno de
ellos tendrás que pagar un precio en forma de pérdida de felicidad.
Fíjate bien: los apegos son de tal naturaleza que, aun cuando lograras
satisfacer muchos de ellos a lo largo de un día, con que sólo hubiera
uno que no pudieras satisfacer, bastaría para obsesionarte y hacerte
infeliz. No hay manera de ganar la batalla de los apegos. Pretender un
apego sin infelicidad es algo así como buscar agua que no sea húmeda.
Jamás ha habido nadie que haya dado con la fórmula para conservar
los objetos de los propios apegos sin lucha, sin preocupación, sin temor
y sin caer, tarde o temprano derrotado.
En realidad, sin embargo, si hay una fórmula de ganar la batalla de los
apegos: renunciar a ellos. contrariamente a lo que suele creerse,
renunciar a los apegos es fácil. Todo lo que hay que hacer es ver, pero
ver realmente, las siguientes verdades. PRIMERA VERDAD; estás
aferrado a una falsa creencia, a saber, la que sin una cosa o persona
determinada no puedes ser feliz. examina tus apegos uno a uno y
comprobarás la falsedad de semejante creencia. Tal vez tu corazón se
resista a ello; pero, en el momento en que consigas verlo, el resultado
emocional se producirá de inmediato y en ese mismo instante el apego
perderá su fuerza. SEGUNDA VERDAD: si te limitas a disfrutar las
cosas, negándote a quedar apegado a ellas, es decir, negándote a
creer que no podrás ser feliz sin ellas, te ahorrarás toda la lucha y toda
la tensión emocional que supone el protegerlas y conservarlas. ¿No
conoces lo que es poder conservar todos los objetos de tus distintos
apegos sin renunciar a uno sólo de ellos, y poder disfrutarlos más a fin
a base de no apegarte ni aferrarte a ellos, porque te encuentras
pacífico y relajado y no sientes la menor amenaza en relación a su
disfrute? TERCERA Y ÚLTIMA VERDAD: Si aprendes a disfrutar el
aroma de un millar de flores, no te aferrarás a ninguna de ellas ni
sufrirás cuando no puedas conseguirla. si tienes mil platos favoritos, la
pérdida de uno de ellos te pasará inadvertida, y tu felicidad no sufrirá
menoscabo. Pero son precisamente tus apegos los que te impiden
desarrollar un más amplio y más variado gusto por las cosas y las
personas.
A la luz de estas tres verdades, no hay apego que sobreviva. Pero la
luz, para que tenga efecto, debe brillar ininterrumpidamente. Los
apegos sólo pueden medrar en la oscuridad del engaño y la ilusión. Si
el rico no puede acceder al reino del gozo y de la
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2 comentarios:
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