viernes, 8 de marzo de 2013
¿ Es ciego el amor ?
Se dice que el amor es ciego. Pero ¿lo es de veras? De hecho, nada
hay en el mundo tan clarividente como el amor. Lo que es ciego no es
el amor, sino el apego: ese estado de obcecación que proviene de la
falsa creencia de que algo o alguien es del todo necesario para ser
feliz. ¿Tienes algún apego de esa clase? ¿Hay cosas o personas sin las
que, equivocadamente, creas que no puedes ser feliz? Haz una lista de
ellas ahora mismo, antes de que pasemos a ver de qué manera
exactamente te ciegan.
Imagínate a un político que está convencido de que no puede ser feliz
si no alcanza el poder: la búsqueda del poder va a endurecer su
sensibilidad para el resto de su vida. Apenas tiene tiempo para
dedicarlo a su familia y sus amigos. De pronto, ve a todos los seres
humanos -y reacciona ante ellos- en función de la ayuda o amenaza
que pueden suponer para su ambición. Y los que no suponen ninguna
de las dos cosas ni siquiera existen para él. Si, además de esta ansia de
poder, está apegado a otras cosas, como el sexo o el dinero, el pobre
hombre será tan selectivo en sus percepciones que casi puede
afirmarse que está ciego. esto es algo que ve todo el mundo, excepto
él mismo. Y es también lo que conduce al rechazo del Mesías, al
rechazo de la verdad, la belleza, y la bondad, porque uno se ha hecho
ciego para percibirlas.
Imagínate ahora a ti mismo escuchando una orquesta cuyos timbales
suenan tan fuerte que hacen que no se oiga nada más. Naturalmente,
para disfrutar de una sinfonía tienes que poder oír cada uno de los
instrumentos. Del mismo modo, para vivir en ese estado que llamamos
"amor" tienes que ser sensible a la belleza y al carácter único de cada
una de las cosas y personas que te rodean. difícilmente podrás decir
que amas aquello que ni siquiera ves; y si únicamente ves a unos
cuantos seres, pero excluyes a los otros, eso no es amor ni nada que
se le parezca, porque el amor no excluye absolutamente a nadie, sino
que abraza la vida entera: el amor escucha la sinfonía como un todo, y
no únicamente tal o cual instrumento.
Detente ahora por unos instantes y observa cómo tus apegos -al igual
que el apego del político al poder, o el del hombre de negocios al
dinero- te impiden apreciar debidamente la sinfonía de la vida. O tal
vez prefieras verlo de esta otra manera: existe una enorme cantidad de
información que, procedente del mundo que te rodea, afluye hacia ti a
través de los sentidos, los tejidos y los diversos órganos de tu cuerpo;
pero tan sólo una pequeña parte de esa información consigue llegar a
tu mente consciente. Es algo parecido a lo que ocurre con la inmensa
cantidad de "feed-back" que se envía al Presidente de una nación: Sólo
una mínima parte de la misma llega hasta él, porque alguien en su
entorno se encarga de filtrar y de tamizar dicha información. ¿Quién
decide, pues, lo que finalmente, de entre todo el materia que te llega
del mundo circundante, se abre camino hasta tu mente consciente?
Hay tres filtros que actúan de manera determinante: tus apegos, tus
creencias y tus miedos.
En primer lugar, tus apegos: inevitablemente, siempre prestarás
atención a lo que favorece o pone en peligro dichos apegos, y fingirás
no ver lo demás. Lo demás no te interesará más de cuanto pueda
interesarle al avaro hombre de negocios cualquier cosa que no suponga
hacer dinero. En segundo lugar, tus creencias: piensa por un momento
en el individuo fanático que tan sólo se fija en aquello que confirma lo
que él cree y apenas percibe cuanto pueda ponerlo en entredicho, y
comprenderás lo que tus creencias suponen para ti. Finalmente tus
miedos: si supieras que ibas a ser ejecutado dentro de una semana, tu
mente se centraría exclusivamente en ello y no podrías pensar en otra
cosa. Esto es lo que hacen los miedos: fijar tu atención en
determinadas cosas, excluyendo todas las demás. Piensa
equivocadamente que tus miedos te protegen, que tus creencias te han
hecho ser lo que eres y que tus apegos hacen de tu vida algo
apasionante y firme. Y no ves, sin embargo, que todo ello constituye
una especie de pantalla o filtro entre ti y la sinfonía de la vida.
Naturalmente, es del todo imposible ser plenamente consciente de
todas y cada una de las notas de dicha sinfonía. Pero, si logras
mantener tu espíritu libre de obstáculos y tus sentidos abiertos,
comenzarás a percibir las cosas tal como realmente son y a establecer
una interacción mutua con la realidad, y quedarás cautivado por la
armonía del universo. Entonces comprenderás lo que es la creacion, porque al
fin habrás entendido lo que es el amor.
Míralo de este modo: tú ves a las personas y las cosas, no tal como
ellas son, sino tal como eres tú. Si quieres verlas tal como ellas son,
debes prestar atención a tus apegos y a los miedos que tales apegos
engendran. Porque, cuando encaras la vida, son esos apegos y esos
miedos los que deciden qué es lo que tienes que ver y lo que tienes
que ignorar. Y sea cual sea lo que veas, ello va a absorber tu atención.
Ahora bien, como tu mirar es selectivo, tienes una visión engañosa de
las cosas y las personas que te rodean. Y cuanto más se prolongue
esa visión deformada, tanto más te convencerás de que ésa es la
verdadera imagen del mundo, porque tus apegos y tus miedos no
dejan de procesar nuevos datos que refuercen dicha imagen.
Esto es lo
que da origen a tus creencias, las cuales no son sino formas fijas e
inmutables de mirar una realidad que, de por sí, no es fija ni inmutable,
sino móvil y en constante cambio. Así pues, el mundo con el que te
relacionas y al que amas no es ya el mundo real, sino un mundo creado
por tu propia mente. Sólo cuando consigas renunciar a tus creencias, a
tus miedos y a los apegos que los originan, te verás libre de esa
insensibilidad que te hace ser tan sordo y tan ciego para contigo mismo
y para con el mundo.
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