domingo, 12 de mayo de 2013
El desarrollo de la sensibilidad.
Cuando tratas con personas ciegas, empiezas a comprender que
sintonizan con unas realidades de las que no tienes ni idea. Su
sensibilidad hacia el mundo del tacto, del olfato, del gusto y del oído es
tal que a su lado, el resto de los humanos parecemos torpes y
desmañados patanes. Nos dan lástima las personas que han perdido la
vista, pero rara vez tomamos en cuenta el enriquecimiento que les
proporcionan los restantes sentidos.
Por supuesto que es una pena que
el dicho enriquecimiento se produzca al elevado precio de la ceguera, y
es perfectamente concebible que se pueda tener la misma sensibilidad
que tienen los ciegos hacia el mundo de los restantes sentidos sin
necesidad de perder la vista. lo que no es posible, ni siquiera
concebible, es que despiertes jamás al mundo del amor sin
desprenderte resueltamente de aquellas partes de tu ser psicológico
que llamamos los "apegos".
Si te niegas a hacerlo, no experimentarás el amor, la única cosa que da
sentido a la existencia humana, porque el amor es el pasaporte para el
gozo, la paz y la libertad permanentes. Hay una sola cosa que te
impide acceder a ese mundo, y esa cosa es el apego producido por el
ojo codicioso, que provoca el ansia en tu corazón, y por la mano
avarienta, que intenta aferrar, poseer y hacer suyo lo que el ojo ve, y
se niega a soltarlo. Ese ojo ha de ser extirpado, y esa mano cortada, si
se quiere que nazca el amor. Con esos muñones por manos, no podrás
apoderarte de nada más. Con esas cuencas vacías por ojos, no tardarás
en hacerte sensible a ciertas realidades cuya existencia jamás habrías
sospechado.
Ahora, por fin, ya puedes amar. Hasta ahora, todo lo que tenías era
una cierta cordialidad y benevolencia, una cierta simpatía e interés por
los demás, que erróneamente considerabas que era amor, pero que
tienen tan poco en común con el amor como la mortecina luz de una
vela con la luz del sol.
¿Qué es amar? Es ser sensible a cada porción de la realidad dentro y
fuera de ti y, al mismo tiempo, reaccionar con entusiasmo hacia dicha
realidad, unas veces para abrazarla, otras para atacarla, otras para
ignorarla, y otras para prestarle toda tu atención, pero siempre
respondiendo a ella, no por necesidad, sino por sensibilidad.
¿Y qué es un apego? Es una necesidad compulsiva que embota tu
sensibilidad, una droga que enturbia tu percepción. Por eso, mientras
tengas el más mínimo apego hacia cualquier cosa o persona, no puede
nacer el amor. Porque el amor es sensibilidad, y la sensibilidad se
destruye cuando resulta dañada, aunque sea mínimamente. Del mismo
modo que el funcionamiento defectuoso de una pieza esencial de un
sistema de radar distorsiona la percepción y falsea tu respuesta a lo
que percibes.
No existe el amor defectuoso, incompleto o parcial. El amor, como la
sensibilidad, o lo es en plenitud o, simplemente, no es. O lo tienes
íntegro o no lo tienes. Por eso, sólo cuando desaparecen los apegos
accede uno al reino ilimitado de esa libertad espiritual que llamamos
"amor" y queda libre para ver y responder. Pero no hay que confundir
esta libertad con la indiferencia de quienes jamás han conocido la fase
del apego. ¿Cómo vas a arrancarte un ojo o cortarte una mano que no
tienes? Esa indiferencia, que tantas personas confunden con el amor
(como no están apegados a nadie, piensan que aman a todo el
mundo), no es sensibilidad, sino endurecimiento de corazón originado
por un rechazo, por una desilusión o por la práctica de la renuncia.
Es preciso atravesar las procelosas aguas de los apegos si se desea
arribar a la tierra del amor. Sin embargo, hay personas que, sin haber
zarpado jamás, están convencidas de haber arribado. Pero lo cierto es
que hay que estar muy sano y ser muy perspicaz para que el bisturí
amputador pueda hacer su labor y el mundo del amor pueda brotar en
la conciencia. Y no te engañes: eso sólo se logra con violencia. Sólo los
violentos arrebatan el Reino.
¿Por qué la violencia? Porque, por sí sola, la vida jamás podría producir
amor, sino solamente conducir a la atracción, de la atracción al placer,
y más tarde al apego y la satisfacción, que finalmente conduce al
cansancio y al aburrimiento. Viene a continuación una fase neutra o "de
meseta"... Y vuelta a empezar: la atracción, el placer, el apego, la
satisfacción... Todo ello mezclado de ansiedades, celos, posesividad,
tristeza, dolor, etc., lo cual convierte el ciclo en una especie de
"montaña rusa".
Cuando se ha repetido una y otra vez el ciclo, llega un momento en
que acabas harto y quisieras poner fin a todo el proceso. Si tienes la
suerte de no topar con ninguna otra cosa o persona que atraiga tu
atención, podrás la fin obtener una paz un tanto frágil y precaria. eso
es lo más que la vida puede darte, aunque es posible que lo confundas
con la libertad y consiguientemente, acabes muriéndote sin haber
conocido jamás lo que significa ser realmente libre y amar.
No. Si deseas liberarte del ciclo y acceder al mundo del amor, deberás
atacar mientras el apego siga vivito y coleando, no una vez que lo
hayas superado. Y deberás atacar, no con el bisturí de la renuncia,
porque esa clase de mutilación no hace más que endurecer, sino con el
bisturí de la consciencia.
¿Y de qué debes ser consciente? De tres cosas: en primer lugar, debes
ver el sufrimiento que esa "droga" te está ocasionando, los altibajos,
los estremecimientos, las ansiedades, las decepciones y el aburrimiento
a que inevitablemente te conduce. en segundo lugar, debes darte
cuenta de que esa "droga" está escamoteándote algo, a saber, la
libertad de amar y disfrutar de cada minuto y cada cosa de la vida. En
tercer lugar, debes comprender que, debido a tu adicción y a tu
programación, has atribuido al objeto de tu apego una belleza y un
valor que, sencillamente, no posee: aquello de lo que estás tan
enamorado tan sólo está en tu mente, no en la cosa o persona amada.
Si logras ver esto, el bisturí de la consciencia deshará el hechizo.
Suele afirmarse que sólo cuando te sientes profundamente amado
puedes abrirte con amor a los demás. Pero eso no es cierto. Un
hombre enamorado se abre realmente al mundo, pero no con amor,
sino con euforia. Para él, el mundo adquiere un irreal color de rosa que
se desvanece en cuanto desaparece la euforia. su presunto amor no se
debe a que perciba claramente su realidad, sino a que está convencido,
acertada o equivocadamente, de que es amado por alguien; un
convencimiento peligrosamente frágil, porque se basa en la persona
por la que cree ser amado, que es voluble y tornadiza por naturaleza y
que en cualquier momento puede pulsar el interruptor y acabar con su
euforia. No es de extrañar que quienes así proceden no consigan jamás
perder su inseguridad.
(Cuando te abres al mundo por causa del amor que otra persona siente
por ti, estás radiante; pero lo que irradias no es tu percepción de la
realidad, sino el amor que has recibido de esa otra persona, la cual
controla el "interruptor", de tal manera que, cuando lo pulsa, hace que
tu brillo o irradiación, desaparezca.)
Cuando uses el bisturí de la consciencia para pasar del apego al amor,
hay algo que debes tener en cuenta: no seas severo ni impaciente ni te
detestes a ti mismo. ¿Cómo puede nacer el amor de semejantes
actitudes? Mejor será que te muestres compasivo contigo mismo y
conserves la flema conque el cirujano maneja el bisturí. Puede que
entonces descubras que eres maravillosamente capaz de amar el
objeto de tu apego y disfrutar de él aún más que antes y, al mismo
tiempo disfrutar igualmente de cualquier otra cosa o persona.
Ésta es la piedra de toque para averiguar si lo que tienes es amor.
Lejos de hacerte indiferente, ahora puedes disfrutar de todo y de todos
como antes disfrutabas del objeto de tu apego. Ahora ya no hay más
estremecimientos ni, consiguientemente, más sufrimiento ni
incertidumbre. de hecho, podría decirse que disfrutas de todo y no
disfrutas de nada, porque has hecho el gran descubrimiento de que
aquello de lo que disfrutabas con ocasión de cualesquiera cosas y
personas, es algo que está en tu propio interior. La orquesta está
dentro de ti, y la llevas consigo a donde quiera que vayas. las cosas y
las personas exteriores a ti no hacen sino determinar la melodía
concreta que la orquesta debe interpretar. Y cuando no hay nada ni
nadie que atraiga tu atención, la orquesta tocará su propia música,
porque no necesita ningún estímulo externo. Ahora llevas en tu corazón
una felicidad que nada ajeno a ti puede darte ni arrebatarte.
Y aquí radica la otra prueba del amor: eres feliz sin saber por qué.
Pero, ¿es duradero el amor? La verdad es que no hay garantía alguna
de que lo sea, porque, aún cuando el amor no puede ser parcial, sí
puede ser de duración limitada. El amor viene y se va en la medida en
que tu mente está despierta y consciente o, por el contrario, se ha
vuelto a dormir. Ahora bien, aun así, una vez que haz probado esto que
llaman "amor", sabrás que ningún precio es demasiado elevado y
ningún sacrificio demasiado grande, ni siquiera la pérdida de ambos
ojos o la amputación de una mano, cuando a cambio se puede obtener
la única cosa en el mundo por la que merece la pena vivir.
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